HAY KU

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El viento y el frío

desfloran las espigas.

Soledad del árbol.

 

Serie Evadne

mujer espaldas

Cerca. Tan cerca que sí respiro, escuches la luciérnaga de tu sueño.
Tenerte sin que te sobresaltes y traspasar con alfileres a la mariposa negra que ronda tus sueños; o tan lejos, que el oído de tu pensamiento escuche cuando te nombro.

La esperanza

mujer caminandoLlegan mujeres de otras vidas.
Mujeres que pasan a mi lado
doblando orillas de hombre.
zurciendo la esperanza.

Tú no llegabas.

En mis sueños veía
que la inquietud te despertaba
y en el cielo de tus ojos
las nubes aceradas
transitaban en sospechosa calma.

Despertaba con un tal vez,
y en la boca un resabio de la oscuridad de tu trenza.

Estoy en esta esquina
viendo pasar a las mujeres,
que van hilando su camino;
y no te veo.
Quizá nada es cierto.
sólo fantasmas.

Mas… sigo esperando a que llegues.

Vives en dos mundos

mujer caminandoVives en dos mundos.
Así, tus hombros y tus pechos son girasoles de un tallo.
En el día eres cautiva de las horas cotidianas;
en la noche, vienes conmigo.
Qué importa que no alumbre el sol en tu ausencia
si tu eco me lleva a tu aroma de luna agridulce.
Despierto cuando beso tus caderas.

En otro sol descubro el diapasón de tus ojos,
y de tu piel germinal nacen sirenas.
No estés triste.
Recuerda que vives en dos mundos.
Soy el de la noche que resbala por tus pestañas
y fecunda los peces de tu vientre;
empujado por el viento milenario que nos arropa.

Días periféricos

amantesHay días que pasan,
y, sin que lo imagines, te vuelven a sacudir.
Son días periféricos
que acechan en el camino.
Me desconcierto,
y turbado trato de pasar con indiferencia,
es tarde, y me asaltan,
La mata de tu cabello
desfallecía bajo la nuca,
y tu frente rubeliforme
esparcía teas en la cama.
Mis labios te mordían.
y cuando el sudor nos convertía en peces,
abrevaba el furor de tu pozo.
Éramos,
gacela y felino,
felina y gacelo.
El día se ha ido.
Sólo está el almizcle
de tus manos
cuando recorrieron mi nuca
y el cinturón de la espalda.
A tientas,
los besos
son pasos que se alejan
dejando los hilachos del adiós.

Despedida

IMG_0944Voy a cien kilómetros por hora
y las espigas de la hierba
parecen manos que se mueven de un lado a otro.
¡Golpeo el volante!
Y me pregunto:
¿son adioses
o es el viento que pasa?
Nuestro beso
parecía un río sin agua,
y el abrazo,  un árbol desnudo.

La gata, el Negro y Beto

cotorroLa gata nos la obsequió una vecina. Poco después, mi perra paría y de su camada se quedó un perro que llamamos el Negro, crecieron juntos, muy cerca de los gritos de un loro gigante de cabeza azul que llegó de las selvas del sur. Sabía chiflar e imitaba a gallinas, gansos y puercos. Beto, el cotorro, se enamoró de mi esposa y no se le podía acercar nadie porque abría su plumaje de sol y verde mientras volaba con un grito feroz. La gata y el Negro sabían de su mal carácter, y daba gusto mirarlos comer en el mismo plato bajo la sombra del limón.

Soy más viejo que mi padre

HospitalSale una luz tenue de algún rincón. Me dijo el anestesiólogo: sólo miraras puntitos de colores. Conté tres y después no supe de mí. A dos camillas, la voz de una niña se queja, y la enfermera la protege. Empecé a toser y las nauseas me brincaban bajo la lengua. Ya soy más viejo que mi padre y me duele.
Dolor intimo coagulado de lágrimas y azotes. Hubiese recogido el olor de la tierra si tuvieras mi edad, pero no fue así. En esta camilla, mientras la luz brota de alguna parte y una niña se queja a dos pasos, yo cargo piedras que ruedan a cámara lenta por mi espalda herida. Dolor gigante que se hace bolas en mi corriente, en mi flujo.

EL NIÑO DE LAS RAICESDedicado al niño Rubén

Hoy cumplo años -setenta-  Y este es mi regalo para el niño que amo.

1 arbol
Cuando Rubén cumplió seis años, su primo Enrique, por primera vez, lo llevó al monte. Vistió con camisa de manga larga, un sombrero de palma y unas botas que le llegaban por debajo de las rodillas. En el camino vio sembradíos de maíz, y en algunas partes fangosas crecían vainas que bailaban con el viento. En la punta se hacía gruesa, de tal manera que parecían cohetes de los que explotan en el cielo y lo pintan de colores brillantes.
—La almohada que tienes está hecha de esa planta que ves. ¿Recuerdas cuando llevé un manojo de esas vainas a la casa? Mamá Camila las puso al sol y después de tres días, sacó de las bolsitas una pelusa con la que llenó un saco de tela. Así se hacen frescas y suaves las almohadas. Explicó Enrique a Rubén.

A medida que avanzaban, la maleza se hacía tupida. Enrique sacó el machete para abrirse camino pues las enredaderas reptaban por los arbustos y brincaban hacia los árboles, las ramas se tocaban, y de los tallos descendían lianas que se enroscaban como si fuesen serpientes. Lo que más sorprendió a Rubén fue que de los tallos altos salían raíces que parecían barbas verdes y rizadas que llegaban hasta el suelo para perderse entre la hierba.
— ¡Ten cuidado!, gritó Enrique, —fíjate bien donde pones la mano, pues nunca sabes qué está escondido. ¿Qué quieres hacer?
—Tocar.
Enrique tomó el machete lo introdujo entre las barbas y las sacudió.
-Ahora sí, ¡puedes tocarlas!
Eran duras, largas, verde opacas y llenas de retoños, y al estirarlas crecían más que las reglas que usaba en la escuela. Rubén regresó con otros ojos.

Semanas después pasó una muchacha a saludar a mamá Camila y preguntando por Enrique, tomó al niño de la barbilla, rascó su cabeza y le dijo.
—Hoy me enseñaron la raíz cuadrada.
A Rubén le llegó la imagen del monte. Vio tantas raíces, pero nunca una que fuese cuadrada. ¿Cómo sería ésta?

Por la noche, pensó en ella y nunca pudo imaginar una raíz cuadrada. Bueno, si lo hizo, pero no le cabía en la cabeza. La soñó como si fuesen los dados que aventaba en el juego de la escalera y no pudo dejar de reírse en el sueño; tanto, que su madre se levantó y lo cubrió con la frazada pensando que tenía frío.

Por la mañana, le dijo a su mamá.
-¡Quiero conocer la raíz cuadrada!
Su mamá no supo qué decirle, pues ella no sabía lo que era. Así que sólo le contestó que se esperara hasta que llegase su primo Enrique. Por la noche esperó, pero le ganó el sueño y muy en la mañana fue directo al cuarto del primo, pero él ya se había ido. En la noche se prometió estar despierto hasta que llegará.

Cuando el sueño lo zarandeaba, corría al lavabo y se untaba agua fría en los ojos. Escuchó los pasos de Enrique y corrió a su encuentro.
— ¡Quiero conocer la raíz cuadrada!
Quedó su primo perturbado y silencioso. Se sentó en la cama, bostezó y sintiendo los dedos del niño en sus hombros, volvió a escuchar.
— ¡Quiero que me enseñes la raíz cuadrada!
—Estás peque, no la entenderías.
Tanta fue su insistencia que al primo no le quedó otra que buscar un cuaderno y sentarlo en la mesa. Cuando Enrique terminó la explicación.
—Esto no es la raíz cuadrada. Esto es aritmética –dijo Rubén.
La raíz cuadrada debe ser diferente y debe de estar más allá del monte, pensó antes de quedarse dormido.

 

El papayo

CIMG_0797Salió como lo hace un hongo en los días de humedad. Nadie se dio cuenta de su nacimiento. Después, a base de empujones, logró hacerse notar, sin embargo, la penuria de sol, la tierra seca y la competencia criminal lo destinaron a ser enano. El tallo con jorobas doblado a la izquierda, luego, a la derecha por su constante búsqueda del astro. Se quedó sin hojas, pero nunca renunció a trascender. En un parto prolongado, libró los obstáculos y cuajó una papaya petisa, pálida y desnutrida. Con respeto acaricié el fruto y lo abrí y supe que tenía una carne maltratada y sin sabor. Dentro, casi escondidas entre sus pliegues, había cinco semillas oscuras y redondas donde, seguramente, se había escrito su fortaleza y la promesa de mejores tiempos.

Ausencia

palomassMe quedé indefenso, turbado, al ver la sonrisa de collar que rompía el día; no me contuve y le grité—espera— Fue una voz astillada de silencio y ella se perdió entre las voces adosadas del viejo muro y el aleteo de las palomas que bullían en el campanario.

Shou

tabledance1708513jpg Camino por las enredaderas de tu pelo,
 los entretejes de tu pensamiento
y me acercó a las fuentes de tu deseo.

Te despierto con una caricia,
y  tomo el mejor asiento en algún recodo de tu mente
y a media noche: aplaudo a rabiar el tabledance de tu libido.

La encrucijada

fogataHace frío y la neblina como si tuviese brazos, va y viene enredándose en la cintura de los árboles. Otras veces parece gato y acecha entre los matorrales.

Estas tierras antes fueron selvas, ahora son pastizales en las cuales, en horas de sopor, el ganado se refugia bajo la sombra de los ramones. Hoy llueve menudo.

Van y vienen los caminos, pero hay encrucijadas donde acampa la gente alrededor de la fogata que cruje para que la olla derrame el aroma del café. Unos se dirigen hacia arriba porque la abuela agoniza, otros regresan a la ciudad buscando sustento.

Nada diferente, por estos días, la niebla de la montaña baja por las encrucijadas y la gente sorbe el café para tomar fuerza y seguir hacia arriba o hacia abajo, según se padezca.

Eres

Paisaje-sideral-901331Estás llena de asombro: osos que parecen de hielo y retoños de bambú que cubren gacelas. Percibo la vida cuando tus pies  encienden mi espalda. Me gustas en tu grito y callo. ¡Me gustas como la tierra! Tienes agua termal en tu vientre, rosetas en tus volcanes, y viento cuando el maíz se entrega. Me gusta que circules abrazada a mí como gigantesco anillo, y canto enloquecido uniendo mi grito al escándalo de los tordos. Grito sideral que corre tras las cometas, diciéndote que estás en mí, como yo estoy en la tierra.