sendero
Disfrutábamos en exceso y cada beso era para nosotros el último instante. Mientras te peinabas acariciaba tus hombros y te decía al oído: «esto ya no sucederá», te daba un beso en la mejilla. Pero eso bastaba para encendernos y terminábamos con las ropas desperdigadas. Todo se resolvió cuando dejamos de arrepentirnos y huimos a una lejanía donde no supieran que nuestras familias tienen parentesco.