Por algo te recuerdo de Rubén García García

Sendero

Después de bañarnos subía mis piernas sobre su regazo, con habilidad masajeaba mis ples, cortaba mis uñas, y retozábamos hasta la media noche.

Un día, furiosa me gritó diciendo que la engañaba y blandió el machete. La desarmé. Sucio de ira, de un golpe le cercené la cabeza.

Me di a la fuga… ando a salto de mata. Tengo los dedos hinchados y el dolor se abre cuando tropiezo.

¡Nadie como ella! Tenía una mano de santa para restaurar mis pies.

Doble ración de Rubén García García

Sendero

Estoy en mi velorio, oculto, por las coronas de flores, veía a mis deudos; mi esposa no está entre ellos. Camino por los pasillos de la vetusta casa y del muro, de improviso, salen unas manos que me ahorcan; desesperado intento zafarme tratando de romper el abrazo. Mis dedos rodearon sus nudillos; reconozco la protuberancia del anillo y es el mismo que le regalé, una noche antes, de que la sepultara con su amante.

La paz de Catarino de Rubén García García

Sendero

El médico le ordenó a Catarino reposo y tranquilidad. Rentó una choza a la orilla del lago. Desempacó una tarde de primavera y, mientras lo hacía, llegaba una brisa fresca y el canto de los pájaros. Suspiró profundo y exhaló por pausas. Sábanas oliendo a jabón y las almohadas con fundas de lino, como hechas para su cuello.

A media noche, lo despertó el ruido de un monstruo que, rompiendo el himen del agua, le enseñaba su boca ensangrentada. «Es una pesadilla», se dijo. Cuando caía en el sueño, el chillido de un mosquito rondaba cerca de su oído.

Al amanecer, fue a la cocina para prepararse un café; en el primer sorbo, llegó una parvada de patos haciendo un ruido infernal. Más tarde, un centenar de motociclistas armó un campamento. Regresó a su departamento. Cuando llegó al cementerio, se dijo que por fin descansaría. Su tumba quedó entre un gritón de lotería y un comerciante que, sintiéndose vivo, no dejaba de gritar: «¡Llévelo, llévelo, todo a diez pesos! ¡Barato, barato!».

Diana de Rubén García García

sendero

Una mañana, a finales del invierno, me levanté a escuchar la alborada. Respiré la envoltura del frío. Tenía el color de rosa del amanecer en mi cara y la brisa iba de árbol en árbol. De regreso, entre las ramas, el chiflido del sinsonte.

Si ese momento fuese una vida, nada mas glorioso que irse con las dianas del ave.

Más sabe el diablo por… de Rubén García García

Sendero

Más sabe el diablo… de RRubén García GarcíaTerminaba el arreglo de la oficina escolar dirigida por monjas, cuando repiqueteo el teléfono.

—Sí… a escasos metros la superiora dejó la lectura y paró el rabillo de la oreja.

—Soy lobo. Habla lobo. —Era la primera vez que escuchaba aquella voz, pero el alias le era conocido. La voz le cayó con la fuerza de un martillo y la hizo tartamudear. Sabía que la superiora la tenía en el foco. ´

—¿eres tú, alada? Engoló la voz, la hizo firme y le respondió.

—Habla usted a la dirección de la escuela ¿se le ofrece algo?

—Sí, eres tú, así es como imaginé tu voz: clara, con un siseo musical… ¿sabes dónde estoy?, sin esperar la respuesta prosiguió, estoy en tu ciudad, he cruzado el mar para venir a verte y estar a tu lado.

Con fuerza colgó el teléfono, pero no pudo evitar que la palidez se apropiara de su rostro juvenil.

—¿Quién era novicia?

—Teléfono equivocado, Superiora.

Sor Angélica movió la cabeza mentalmente y se dijo “la novicia cree que nací ayer” y continuó con sus quehaceres.

Arroces por Rubén García García

sendero

Te veo luego, espérame, leí en el celular. La espera ha sido larga. Ya van dos veces que hago el intento de retirarme, pero el mesero me convence, sorbo mi brandy español y escucho a Piazzola.

Había pagado la cuenta, cuando me sorprende con un vestido largo de fiesta. En su rizada cabellera traía abundante arroz y confeti.

«Pensé que no te encontraría, me escapé de la fiesta, no recordaba que este día era madrina de la boda de mi prima. ¿Me quieres así?»

Uno a uno le quité arroces y confeti, por cada beso que le daba comía papelitos con cereal.

Hoy la recordé, pero, ¿ella recordará todos los arrocitos que le quité?

Imprevisto

Sendero

Bastó un balazo, y fue viuda esa noche. Lo cubrió con una manta, puso debajo de la poltrona de mimbre papel periódico; a temprana hora hablaría a las autoridades. Mañana será un día agitado y se durmió.

Te encontré de Rubén García García

sendero

Te encontré donde los ríos se unen,

donde el puente es ave dispuesta al vuelo.

Todo llegó como un sueño

con tiempo alterado.

El cielo en ocres;

Ollas de fragua donde el cobre se licua.

El estruendo, el sollozo del agua presurosa.

Ya nada recuerdo;

solo el sabor del aroma de tus labios

en un miligramo fulgente que despierta

en la oscuridad de mi memoria.

Me gustas de Rubén García García

Sendero

Me gusta contarte los pormenores; cosas sin importancia. me gusta frotarte la espalda. Platicarte, una vez más, el sueño de conocerte. Oler tu piel de hierba Y vigilar tu siesta de la tarde. Me gusta besar a mi hijo a través de la ventana de tu ombligo. Es sencillo, hasta simple: me gusta ser parte de ti cuando me abrazas.

El búho por Rubén García García

sendero

El búho lava su pico. Se siente agitado por los recuerdos y no dejará que prevalezca su matemático pensamiento. El ayuno es bueno y se quedará en el sauce; no saldrá de caza, tampoco inflará su abdomen para cantar cuando pase la luna.

Se ha levantado una tormenta en su interior, que agita sus emociones y lo incita al recuerdo. Tiene un tic en la cara que parece risa; al tiempo que exhala un suspiro que se esparce en la quietud de las hojas. Agarrado al grosor de la rama, parece, por su forma, un paréntesis forrado de plumas. Siempre ocupado: armando explicaciones al devenir, por lo que encuentra en la soledad una bendición para ejercer su pensamiento lógico.

Tuvo amores pasados que fueron y vinieron. «Las féminas enturbian la claridad de mis silogismos», se decía después de saciar su apetito corporal. Sin embargo, se enamoró de una que no tenía cursos ni recursos. La conoció cuando volaba por el mangal. Atraído por su canto de flauta barroca, sin pensarlo, dejó que sus alas lo llevaran. Nunca se imaginó que aquella búha le quitase la seguridad de tecolote de mundo, parecía recién emplumado mientras ella disfrutaba de su temblor de principiante. Llegaba a la misma hora y juntos disfrutaron de ratón en su jugo a la luz de la luna. La veía aletear alrededor de él. Hubo momentos que lo hacía sonreír, pero a la larga se hizo insoportable. No estaba hecho para el mimo y el dulce y, un buen día, se alejó del mangal.

Voló hasta la ribera del río y el sauce fue su nuevo hogar. Encontró en el filo de la razón el motivo de su existencia y se convirtió en una máquina lógica y creativa. Hoy, sin saber por qué, la recuerda. Acepta que hay fulgores que el pensamiento jamás puede sustituir.

Las nubes se han apartado. La luz cobriza se enreda con el canto lejano de un grillo. El rumor del agua lo humedece y sacude sus plumas en un aleteo que no va a ninguna parte. Se ha ennegrecido la noche y solo persiste el rumor del arroyo,

Él ya no suspira, ahora risotea. La verdad es que llora; no es saludable para su orgullo que pierda imagen y compostura. Y disfrazando su emoción, canta, alarga el tono y se pierde como lo haría un bandoneón.

Todo se parece deRubén García García

Sendero

aroma del café salta de casa en casa. La neblina sigue en reposo. En el pueblo de Tlen repiquetean las campanas llamando a misa. La niña de ojos negros se entretiene haciendo dibujos en el vidrio de la ventana que da a la calle. Mira como la niebla se arrastra bajo el manzano y se imagina que es una boa que avanza. Algo más le ha llamado la atención. Es el gato de Juan, su amigo de la escuela, que brinca sobre la serpiente de humo y cae sobre el charco llenándose de barro. Romi explota en una carcajada y recuerda que ayer Juan se tropezó al pasar frente a su casa.

El gato con lodo y su amigo también.