Los buenos amigos y los que vendrán

maripEres palabra de agua que al caminar desprendes olor y murmullo. Melodía de silencio que duerme a mi lado. Hoja que cobija, y cueva que complace. Te siento más que el recuerdo: viva, fresca, constante. Aromática como una tabla desnuda.

Caminas entre mis zapatos ofreciendo apoyo a mis cansancios, a mi poesía que necesita belleza, viento, ala y libertad para amar o construir muros de silencio. Eso es grande, tanto como pulsar el cielo y la fatiga de la mariposa.

La dieta

An exhibit shows the life of a neanderthal family in a cave in the new Neanderthal Museum in the northern town of KrapinaEn mi tribu cada año nacen menos y enterramos más. La recolección de leña es pobre, y el frío que se avecina será atroz. El valle se ha ido marchitando. El forraje fresco lo disputamos con los animales. Si emigrásemos, las montañas serían nuestra tumba.

Chak, Chia y yo fuimos hacia la manada de puercos. Ningún animal nos teme porque somos vegetarianos. Con sigilo, apartamos dos pequeños del rebaño y los purificamos con fuego en la pedrera. La tribu se resistía a comerlos, pero los estimulé cuando yo lo hice.

El ulular del viento anuncia las heladas. Hay suficiente leña y los críos tienen sol nuevo en sus ojos.

El consejo

fetEl viejo Doctor Torres abrazó a su ahijada y la llevó a un anexo del consultorio. Con los ojos dilatados la púber miró los botellones donde estaban suspendidos desde el  feto más grande al más chico. Los cráneos simulaban pelotas macabras de diferentes tamaños y de ojos sin mirada. La mano del doctor recorrió su cuello y le jaló la oreja.
— Cada vez que forniques, siempre estarás en riesgo de que tu matriz forme una criatura como las que están en los frascos.

Años después, cuando hacía el amor, ella veía en la frente de su amante  aquellos ojos que con una mirada ausente la juzgaban.

El cd

museoA esas horas la multitud corría estrepitosa. Los carros fluorescentes tomaban el carril de acuerdo a la amplitud de onda y se desplazaban dejando un silbido melodioso en el ambiente. Miró la banda. Los sensores identificaron su estructura metabólica y le dieron paso al interior del museo.
—No tenemos mucho tiempo, amigo. Créame que arriesgo mi trabajo. Sólo disponemos de treinta minutos. Ésta es una de las pocas máquinas que aún funcionan en el mundo. Pero… ¿Sabe utilizarla?
—Por supuesto que sí. Hace setenta años había miles.
—Confío en usted. Lo dejo. Voy al centro de vigilancia.

Tomó el disco compacto que celosamente había guardado. El brillo metálico reflejó su rostro ajado en la carátula; movió la cabeza. Recordó que la vida había sido justa con él, pero no le dio la oportunidad de estar al lado de ella. Prendió la máquina, y la luz del monitor se desparramó sobre su calvicie. Insertó el disco en la unidad. El láser tardaba en darle lectura. Poco a poco, aparecieron las letras como si hubieran sido escritas el día de ayer. Sintió un calorcillo e imaginó el momento en que esas líneas fueron tecleadas por ella. Relataban emociones, instantes de soledad. Transitaron desde sensuales momentos, hasta la opresión por la pérdida de su padre.

Volvió a leer lo que había sido el principio del silencio: “Siempre tuve la impresión de que un acto de infidelidad me dejaría con el sabor de haber masticado lo amargo de unas hojas y con un sentimiento sucio, pero contigo las cosas tomaron un rumbo distinto; a tu lado sentí la suavidad. ¡Nunca había percibido la brisa que nace de la montaña! Mi nombre fue hermoso en tu boca y tuve una sonrisa diferente al poseer el sabor de lluvia y cedro de tu cuerpo. En mis noches frías, la fragua de tus manos despertaba en mí a la mujer. Nada como sentir que vamos caminando por una banqueta y que tú cargas mis libros, y yo juego con tus labios en cada una de las esquinas en que nos detenemos y contemplamos la reunión de las cosas, pero…”
—Dispone sólo de tres minutos.
— ¿Hay alguna forma de pasarlo al nuevo formato?
—Tal vez, no obstante, lo desconozco; para nosotros es sólo chatarra tecnológica. Lo siento.
Vio las palabras una vez más y apagó el monitor.

Desasosiego

untitledBendito el marido que me ha tocado. Tiene horas que se fue, pero algo me dice que se quedó la mitad de él. Ya repasé la casa de cuarto en cuarto y no hay nadie. No puedo dejar nada que lo haga imaginar que hay en la habitación una respiración diferente de la mía porque es capaz de todo.

 Hasta el viento que mueve las persianas me causa zozobra. Quemé mi agenda de soltera frente a sus narices y sonrió como diciéndome: ¡eso no basta!

 Cuando voy a hablarle a alguno de mis amigos íntimos, repiquetea el teléfono y es él preguntándome:

-¿Qué haces?

 Me sobrepongo de mi sorpresa y le digo:

-Aquí, regando las flores.

 Aún no sabe que el vecino tiene unas dalias hermosas.

Deseos

mujer espaldasDeseo que me abrace, olerla en silencio. Recorrerla con mis manos y llenarme de vueltas. Y ya  de espaldas, besarle la nuca, los hombros. Adherirme a su envés y percibir el calorcillo que la estremece  y hace  que le crezcan rosas en la cadera.

Petición

cafeEl café dejaba una nube de olor que se fundía con la luz de los faroles. Hasta nuestros oídos llegaban los arpegios de la guitarra de un trovador.
Mi voz suave y lejana:
– ¿Quieres casarte conmigo?
Tu cara encajó en el desconcierto, tus pupilas languidecieron.
-Eres especial, tenemos días increíbles, pero no es buena la idea- me dices con acento firme y besándome la mejilla.

Hoy estamos alejados. Tú vives administrando insumos y vidas, y yo… corriendo aventuras con el Quijote.

Arboles_023Caminas a mí alrededor y  tus brazos caen como aviones  sobre mis hombros. El café recién hecho  sabe la historia de mi vida.  El olor que se derrama cabizbajo te incluye. En tu danza pareces una barca que rompe el himen de mi agua. Al retirarte  mueves la cabeza, sonríes y  dices que soy un caso perdido. Bien sabes que escribo para ti.

Entregada a las nubes

barrileteEres el que amo. Hay quienes halagan y halagan como fórmula para enamorarte, pero no me mueve. Estoy con el que no puede estar siempre para mí, sólo momentos. Sin embargo, todo el coraje contra la vida desaparece cuando me sonríe. Nunca sabré qué es mejor: sí haberte conocido, o no, pero en este momento no dudaría en estar a tu lado. Mis días los llenas, y eso es enorme. El mañana no lo dejo entrar.

La danza

danzLlueve. Una cortina cubre el horizonte. El viento corre, las gallinas corren, y la ropa vuela en los tendederos.Gotas gruesas,  pesadas, tamborilean en las láminas de zinc. Al golpear,  fraguan un ritmo de sabanas prehistóricas. El cielo tiene la oscuridad del sexo.

 Las chachalacas gritan  y  van de árbol en árbol buscando cobijo. Yo sigo sentado en la poltrona. Me gusta el relajo que arma la lluvia. Me desatiendo de  los gritos que hacen las mujeres y solo me concentro en la danza de las gotas.

 Imagino bailar pintado de sombras y caliza entre un grupo de negras. En ese momento exudo calor y soy  un macho cabrío que afila las pezuñas en las vetas de la roca.

 ¡Qué lejos se oyen los gritos de las viejas,de los guajolotes y chachalacas!Con los ojos entrecerrados  sigo meciéndome,  mientras la lluvia me tira sus cubetas de agua y la danza del vigor me estremece.

Esos amores

mujer-joven-mirando-hacia-fuera-al-mar-6078515Mientras aseo la vivienda, tropiezo con un detalle que abre la memoria. Los recuerdos vuelan alrededor de mi mente, pero no van a ninguna parte; siempre vuelven al refugio. ¡Nunca duermen! Muevo la cabeza, y me digo: ¡basta! ¿Cuándo llegará el desapego?

Todas las tardes salgo y miro el horizonte, el mar, el ocaso y no veo una luna diferente, ni astro que sirva de señal. ¡Dios, el barco que espero tarda demasiado!

El mar rumia cuando azota la roca. Si quitara el mar y la roca, seguiría oyéndolo dentro de mí. El barco tarda, y el desapego no llega.

Genio y figura

velatorio Velaba a su esposa cuando se abrió la tapa del ataúd y salió con la facilidad de un cadáver joven. Dio dos vueltas al féretro, lo golpeó y volvió a introducirse. Paneó la mirada y cerró el ataúd suavemente. Señal inequívoca de que estaba satisfecha.

Él llama dos veces

cart¡Nada como una carta de amor! -, dijo el enamorado.
No una, sino dos al día escribiría a su amada.

Tiempo después ella  se fugaba con el cartero.

Idea tomada de la entrevista que le hicieron a Shimon Peres

Efectos secundarios

 Entrada de animalesA las moscas  les valió madre  que no hubiese letreros en el arca dándoles la bienvenida.  Se posaron sobre la mierda  y empezaron a proliferar. Al mes, era tal su cantidad que  su asedio  se volvió intolerable.

Noé habló  y  días después  un viento gélido envolvió  la nave y casi acabó con ellas. Otras especies valiosas y bellas  murieron.

En un lugar

elotesTomaré la ruta de oriente, y en el claroscuro  detendré mis ojos en los pescadores que buscan en las aguas turbias al pez bobo. Las sombras se agazapan en los  sembradíos de caña.  Las flores  mueven  su cabeza.  A lo lejos se divisa la serranía,  y los botones blancos del caserío. En la ladera del cerro verde florecen los cafetos que rompen la monocromía del verde y tejen una macula almidonada.

Hay un claro, es una familia de campesinos que  improvisaron una  fogata  y en las brasas tendieron una  cama de elotes. El hombre atiza la lumbre y los niños abrazan a su madre y la besan.