Alzheimer

alzheimerEsa noche terminó de leer el libro del olvido, en el último instante las palabras jugaron como niños. Las luces se hicieron mortecinas y sobrevino el silencio, la oscuridad; los ojos veían sin ver y el alma dejó de tener sentido.

Mi esperanza

MUJER_~1He podado mi esperanza para que no crezca hasta el cielo. La quiero chica, tierna;  compatible con la tierra que me abraza.

Agria como el sudor del obrero, callosa como la arruga del campesino.

No quiero que trepe más allá, la quiero pequeña.  Para que la miré el niño,  o  la señora, que sin quitarse el hato de leña,  sonría con la mirada y me diga:

-Su esperanza es tan grande como la mía.

La niña

niña mirando-ventanaEn el pueblo pasan los días sin descanso. Los perones que logran enraizarse a la mezquindad,  tiritan. Las ramas huesudas bambolean clamando al viento frío que pare. Abajo la neblina se enrosca en los tallos como boa.
Hay una mano sobre la ventana que la limpia de la escarcha y descubre su sonrisa cuando mira al gato que acecha a las pelotas de la niebla.

Mudez

gente.Me quedé indefenso, turbado, al ver la sonrisa de collar que rompía el día; no me contuve y le grité—¡Espera!—. Fue una voz fragmentada de silencio y ella se perdió entre el murmullo adosado al viejo muro y el aleteo de las palomas que alborotaban en el campanario.

las caminatas

adolescente

Hacía caminatas para deteriorar el aburrimiento. Caminaba por el impulso de caminar con la mente ida y toreando los carros por instinto. En su interior construía un circo de varias pistas y en cada una  transcurría la vivencia de un sueño. Los actos se ejecutaban al unísono con luces intermitentes y un sol artificial.

 

 

En el departamento los muebles y adornos estaban donde debían estar. Dos veces al día la franela los sacudía. Tallar, tallar hasta que el brillo musitaba a la señora: “hasta aquí”. El reloj parecía soldado, el espejo simulaba un tercer ojo, y las lámparas en las esquinas figuraban torres. En la noche, para ir a mear, se levantaba en silencio y antes de salir del dormitorio, revisaba uno a uno los botones del pijama. Caminaba con tiento y aseguraba la puerta del baño. Cuando el chorro grueso y enérgico caía, el agua hacía un ruido mayúsculo. Disfrutaba al presionar la palanca del retrete, y el wc tragaba haciendo remolinos ruidosos y concluía con hipos violentos, entonces, sonreía.

 

 

Iba a sitios transitados y se perdía en el gentío Y  detenía sus ojos mirando el tam-tam que hacen dos glúteos protuberantes. Aquella noche la vio. Con discreción se adelantó para verla de reojo. Se atragantó con sus ojos pícaros que parecían invitarlo. Es el instante crucial en el que se desea abordar a una mujer y no sabes cómo; un minuto después será tarde.

 

 —¿Le digo un piropo? ¿La saludo? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Si le pregunto y me contesta? ¿Si deja que la acompañe y con suerte acepta? ¿Después, con qué dinero podría invitarle un café?  Y… ¿Si «mi chicle pegaba» de dónde sacaría para el hotel?  ¡Eso sería tener buena suerte!  O bien te manda a la chingada, o sale con que le has caído bien y te va a cobrar barato.

 

 

¡Terrible! Él prefiere el silencio que ser objeto de un desprecio. Apretó los puños, movió la cabeza y golpeó  la palma izquierda de su mano, al mismo tiempo que gritaba para sí: ¡eres un pendejo! Harto de calle llegó al departamento y metió la llave con delicadeza para no despertar a la familia, entró a oscuras y rogando no tropezarse. En la penumbra de la recámara se ponía la pijama. Se acostaba en línea recta para no arrugar las sábanas de lino. En el silencio total como si fuese una luciérnaga, se abría paso una inesperada erección, a la cual cumplía con suspiros silenciosos y profundos.

Monólogo anónimo

SOLEDAD ANDENMe revienta que no tenga libertad de hacer las cosas que deseo, simplemente porque a él no le parece bien. Pues soy una mujer que trabajo como mula, y por eso ¡ sólo por eso! Deberían dejarme hacer lo que me de la gana. Pero así es la vida de las casadas. Soy una mujer y mi tiempo libre lo tengo que utilizar en atender el marido y a los hijos. aunque estés de prisa y cansada tienes la obligación de hacer el amor, mantener la casa arreglada, la ropa limpia, y tener la comida lista. Después que has hecho todo, todavía te dicen, qué debes de hacer con el suspiro de tiempo que te queda.
Sólo una cosa me impide mandar todo al carajo: ¡y son mis hijos!

Instantánea

DSCN1841Se oye el ventilador de la computadora. Afuera gritan, -es el vendedor de periódico- Hay una calma que no lo es. En los dormitorios se oye una alarma, voy y solo silencio; por la ventana, el tordo azul negro me mira. Es un día nublado, los cotorros ocasionalmente chiflan a mujeres que no pasan. Van y vienen los carros, dejando su cuota de ruido. Muy a lo lejos, se abre un silencio prolongado y escucho el canto de la primavera. Me encimo en su silbido, mientras el humo del café revolotea.

Un puño en mi baño

Hoy en la mañana cuando me duchaba, escuché que abrían la puerta. Al darme vuelta, me encontré con mi esposo en una actitud de recuperar una noche perdida de sexo. Le hablé con sutileza, le dije que ya tendríamos tiempo, pero el agua que caía de mi pelo dejaba gotas que se prendían a la piel, tal vez eso lo excitó tanto como mis palmas al acariciar mis pechos cuando los enjabonaba. Hubiese querido sentir lo mismo, sin embargo, la prisa, la urgencia de citas contraídas me tenían sin deseos. Sólo pensaba en el maldito tiempo que nunca es suficiente. Sentía un coraje que no deseaba expresar. Logré decirle suplicante: por favor, déjame salir. En un titubeo me zafé de sus brazos.

Llegué a mis labores y atendí las citas contraídas, pero atrás dejé un puño que estalló en la puerta del baño.

La noche

guadaColabas café.

 —Abre la nevera y saca lo que apetezcas —me dijiste.

—Te guardé un poco de comida por si te daba hambre a media noche. ¿Quieres música? Sabes que cuando vienes a mi casa, me deshago contigo. Quisiera ser tú para adivinarte el pensamiento. Subamos las cosas. Relájate. Miraremos la alborada sin tensiones. ¿Dime has soñado con darme un beso? ¡Ah sí supieras cuantos te he dado! Me ha dolido la boca de besarte tanto y de morderme cada vez que pronuncio hacia adentro tu nombre. Sube y acuéstate. Quiero que seas  y que mis manos descubran tus oscuridades. Mis besos quieren ser caballos y recorrerte palmo a palmo. Acuéstate, que las sábanas no tendrán más olor que el tuyo y el mío. Cierra los ojos, que la noche será inmensa…

Monólogo

Por Asia llegamos a Europa montados en las ratas. Nuestro paso dejó huellas por el número de vidas que segamos. Qué grandes nos sentíamos al conducir a millones de roedores. La sangre de la rata era amarga y la del humano dulce. Por cada familia, sólo quedaba la mitad para contarlo. Si Atila fue el azote de Dios, nosotros lo fuimos de los hombres.

El presente

casa mama 001Mi deseo no se mueve. Este corazón sonríe y trota con el que no puede estar siempre conmigo. Obtengo momentos intensos compartiendo a tu lado; y cuando te vas, el vacío me consume. Todo desaparece cuando sonríes, y tu mano de letras tuerce la muñeca para escribir sobre mi pecho. Nunca sabré que es mejor: sí haberte conocido, o no, pero en este momento, mis días los llenas, y eso es enorme.

El ejecutor

DSCN0379El filo del machete reverberaba a la luz vieja del sol. Había diez en fila frente al ejecutor, brazos atrás y sujetados de las muñecas. A los primeros ocho, la cabeza seguía prendida al cuello, los ojos espantados y mirando el cielo. El noveno lo cercenó cuando imploraba, mas seguía implorando, hasta que tocó su frente y la testa rodó enrojeciendo el polvo del camino. El décimo lo dejó ir para que pregonase.

 

El monstruo

Hay tantas cosas que sopesar y nutrirse de ellas, que es un tormento ser capturado por la lengua de un monstruo. No lucharía contra él, tal vez lo escuchase con pena, invocando que aplaque sus instintos verbales. No puedo ni debo quitarle el teléfono, quizá en su momento le regale un pincel y la paleta de colores.

Mientras habla y yo hago que escucho, me instalo en la montaña que amplifica la respiración asmática del alpinista. Camino por la vieja ladera, colmada de árboles callosos, o me voy por el campo de flores que las mujeres del pueblo cuidan.

» Aun estás allí» -me dice- Y sigue relatando, las aventuras del portero, con la vecina del diez.

El viento frío me hiela y embellece.

Postimbox

Un día me invitaste a tu casa. Después del viaje, me instalé en tu hogar. Nos hicimos reales, caminamos por las calles, fuimos a fiestas. Por las noches, alargábamos el tiempo. En las mañanas, cuando ellos dormían, hacíamos el desayuno, como dos conocidos de años. Una noche, nos acostamos y la vida nos hizo vivir lo que nunca sucedió en los sueños.

El desvío

Intuí que tu alma tiene la fuerza de esos remolinos que miramos en la pradera, levantan polvo, se agotan, pero después reinician con más fuerza. Nunca comprendí como es que  decías quererme  y, añadiste en un punto y aparte: …“que lo mejor para ti,  sería proponerse objetivos nuevos.”  me pregunté: ¿Porqué sacaste la hoz y segaste?

Más de alguna noche me dije: ¡Es qué esto, no puede decirlo ella!, movía la cabeza como esas marionetas estúpidas que encuentras en los mercados de vecindad. Entonces, cerré el libro y acepté de una vez por todas, que tu silencio era una indicación de que la complicidad se había roto.