Archivo de categoría: FICCIÓN BREVE
En esta categoría ubico los textos que son de mi autoría. Ficción breve, miificción
Jarra de vino o laguna
El cazador
Ató los cordones de las botas. Pulió la escopeta con el pañuelo, que después puso sobre el cuello. La gorra castrense le quedaba perfecta sobre la testa y muy de mañana se internó en la selva.
En el camino volvió a contar las balas. Eran cincuenta. De vuelta con la la tarde, dejó el arma en su sitio y, guardó exactamente cincuenta balas. Ninguna certeza se le puso al tiro.
Príncipe Liliputiense
—¡Eres el sapo más hermoso que he visto!
—Croac, croac.
—¡Cómo brillas! ¡Qué ojos tan vivos! Tienes olor a vainilla. ¿Serás acaso un príncipe?-—Croac, croac.
Lo besó una, dos y tres veces y quedó prendada del sabor; ansiosa, lo recorrió con su lengua. El animalejo sintiéndose asfixiado buscaba escapar y ella al abrir más la boca lo tragó.
El batracio sí se transformó en un príncipe y ahora busca afanosamente una salida y está seguro de haber sido devorado por un monstruo.
Bip-bip
La salida
Caímos en el aburrimiento, pasamos del paroxismo al tedio. Las coincidencias del ayer ahora son contradicciones. El sexo es la puerta donde nos encontramos, pero ¿ hasta cuándo? Las pláticas en el café, el lenguaje de las manos en el parque, han quedado lejos. Ahora tenemos el reproche, la pregunta, la ironía. Esperamos la noche y sin hablar, vivimos para el placer. Yo sueño con otra mujer, tú con otro hombre. Tendremos un espacio para reconsiderar, ya que hoy en la noche, para fortuna de ambos, llega tu marido
Escalosfrío
En una clínica clandestina, donde la discreción era norma, el cirujano retiraba los restos fetales de su interior. Con el dinero del trabajito obsequiaría a su amante una noche de placer. Justo cuando terminaba, identificó el lunar verrugoso del que salían hirsutos vellos, aquél en el que tantas veces depositó la humedad de sus labios.
Los Girasoles
Acostado. Cuento las olas. Tiemblo cuando los barcos silban y mis raíces se estremecen. ¿Seré un nómada en reposo, un viento, o es el miedo que me da al ver los amarillos? En mis sueños, veo tus ojos tan grandes como girasoles, trituro hojas, aprieto las manos y, después no sé qué me da por besar tus pezones. Ya es la ola mil, el barco se ha ido y tú no tardas en pasar.
La provocación

Lo acomodaban en una poltrona con vista a la calle para que se entretuviese viendo pasar la gente. Parte del tiempo dormitaba, si los abría era para ver el correr de los claxon, las llamaradas de polvo o el parloteo de viejas gordas que regresaban del mercado. Ayer pasó un ángel, con vestido corto, moviendo con cadencia la cadera y sin corpiño. Al verla, un rayo lo cimbró de la cabeza hasta la entrepierna. Tuvo un temblor. Sonrió y se dijo “joder, estoy jarioso”
Decisión
El éxito
Mister Jekyll
Los días fértiles
Mi silencio desbarata los poemas grotescos que la realidad me dicta y en mi oreja se etiquetan los coletazos del río, algunos cantos de sirena, el chismerío de las hojas que acarrea el viento y voces, que no se atreven a preguntar por mí, porque la vida cotidiana distrae o mi nombre tiene gérmenes de ausencia que yo desconozco. Son días fértiles para la nada. Te das cuenta que con o sin ti, la vida sigue y sigue como una pelota que nunca termina de rebotar.
Infierno
Pasifae, la madre
Tengo tres días de haber parido al minotauro. El cuerpo hinchado y la matriz apuñalada que se contrae como si estuviese pariendo de nuevo. Escucho el lloro cuando se acerca la hora de alimentarlo. El cuarto es sobrio: una ventana pequeña, una mesa donde tengo agua y que sostiene algunas frutas frescas que Dédalo me hace llegar de la huerta del palacio. Ordené, como Reina que soy, que sería quien le amamante. Sin duda, todos lo ven como un monstruo, salió de mis entrañas y, por lo tanto, es mi hijo. Antes de parir, Minos llegó al dormitorio a echarme en cara el ultraje.
— ¿Estás disfrutando del embarazo? —Dijo irónico, cruzándose de brazos.
—Todos se disfrutan, aunque causen dolor; es nuestra matriz dadora de vida, la madre se pone a la altura de los dioses.
— ¿Debo de entender que te sientes satisfecha? —Tenía su mirada en mis ojos.
—Por supuesto que sí, —le contesté— enfrentándolo.
_ ¿Cómo puedes hablar, si eres comida de todo el pueblo, que demanda que seas recluida por toda la vida? – Alzaba la voz, ignorando a la servidumbre.
—Baja el tono. No tienes que gritar para que entienda. Piensan así porque el pueblo desconoce que cambiaste el toro nevado que te mando Poseidón por otro parecido que tenías en tus pastizales.
—Eso lo sabías tú y el cuidador nada más.
— ¡Qué ingenuo eres! ¿Acaso piensas que Poseidón no se iba a dar cuenta? ¿Qué puedes ocultar que no lo sepa Helios? El objeto de la venganza fuiste tú. Yo sólo fui un medio para que ellos castigaran tu arrogancia. Por el engaño y vergüenza sufrida al dios. ¿Acaso crees que él, quien te dio el reino de Asterión, se quedaría cruzado de brazos? ¿O es difícil imaginar que Afrodita me haya hechizado haciéndome sentir una pasión sobre natura por el miura, siguiendo recomendaciones de Poseidón? Pensarás que mi dolor será por los estiramientos y rupturas que sufriré en la vagina y la matriz, por la sangre que perderé por el minotauro que se gesta y que todo mundo ya desprecia. Fíjate que no, mi dolor inmenso está en otro cielo. Una entraña mía tiene un destino de horror y sangre, y no puedo cambiar; eso duele más que la muerte de una persona que amas sin límites. Duele porque estás atada ante el porvenir que le aguarda y nada puedo hacer más que implorar a los dioses que se apiaden de él. Mi cuerpo lo reordenará mi hermana Circe con alguna pócima, pero mi alma de madre, no habrá dios que me de consuelo…








