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Caminas a mí alrededor y tus brazos caen como aviones sobre mis hombros. El café recién hecho sabe la historia de mi vida. El olor que se derrama cabizbajo te incluye. En tu danza pareces una barca que rompe el himen de mi agua. Al retirarte mueves la cabeza, sonríes y dices que soy un caso perdido. Bien sabes que escribo para ti.
Llueve. Una cortina cubre el horizonte. El viento corre, las gallinas corren, y la ropa vuela en los tendederos.Gotas gruesas, pesadas, tamborilean en las láminas de zinc. Al golpear, fraguan un ritmo de sabanas prehistóricas. El cielo tiene la oscuridad del sexo.
Mientras aseo la vivienda, tropiezo con un detalle que abre la memoria. Los recuerdos vuelan alrededor de mi mente, pero no van a ninguna parte; siempre vuelven al refugio. ¡Nunca duermen! Muevo la cabeza, y me digo: ¡basta! ¿Cuándo llegará el desapego?
Vivo en tu mirada. Te veo ordenando tu ropa, cepillando tu pelo. Qué gusto cuando me cuelo como letra en tus pensamientos y susurro: cómo no desear una noche contigo, si en instantes me conviertes en camino que talla los hombros de la montaña. Qué oscuridad cuando te vuelves fría, y soy aerolito en picada.
Despierto en un cuarto de ventanas. El murmullo de tus esquinas llega a la piel desde una ciudad. Flores prendidas que se multiplican ignorando orden. Selva húmeda y atorrante que juega con tus pechos.
Merodea entre los árboles del vecindario y la luz del sol lo obliga a regresar a su cueva. Él solamente vuela cuando cae el día. Algo le pasa, se distrae, siente que no es el mismo y eso le da rabia.
Llueve. La gente frota sus manos y, por encima, las nubes aleonadas gruñen. Llueve finito. Los carros tiritan de frío y en cada esquina las sombrillas platican con antiguas comadres. Entre los huecos de viejos edificios, las palomas aletean los vapores del clima. Finos piquetes, húmedos, brincan complacientes por mi cara, se reúnen en gotas y me recorren, resbalan por mi cuello, unas se dispersan sobre los vellos de mi pecho y otras saltan hacia mis escápulas. Silbo bajo la lluvia. Es un día diferente y abro mi camisa para que mi corazón hipertenso recuerde que fue niño.
He podado mi esperanza para que no crezca hasta el cielo. La quiero chica, tierna; compatible con la tierra que me abraza.
Dios obsequió a tu cuerpo jorobado de una resistencia sobre natura. En la armonía de tu paso se descubre una paciencia infinita: El sol duro, el frío cruel, y las dunas que duermen la siesta del tiempo.
Te es sencillo doblar y desdoblar nubes como si fueran almohadas. Detienes tu mirada en ellas: corren fantasmas presurosos seguidos por dinosaurios imponentes y minúsculos gusanos que reptan por entramados profundos y grises .En la noche, cuando el sueño se esfuma tus ojos de laguna caen en el manto prendido.Así las horas pasan: jugando ajedrez en los cielos con la osa mayor. ¿Qué aroma tienen las estrellas? ¿Qué secretos te ha contado la luna? Animal celestial que siempre miras a Dios.