Sendero
Los meandros del río
reciben las flores
del viejo madroño.

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Sendero
Los meandros del río
reciben las flores
del viejo madroño.

sendero
Te encontré donde los ríos se unen,
donde el puente es ave dispuesta al vuelo.
Todo llegó como un sueño
con tiempo alterado.
El cielo en ocres;
Ollas de fragua donde el cobre se licua.
El estruendo, el sollozo del agua presurosa.
Ya nada recuerdo;
solo el sabor del aroma de tus labios
en un miligramo fulgente que despierta
en la oscuridad de mi memoria.

Sendero
El camello va
dejando a su paso
una huella fugaz.
La tortuga
del desierto
huele a mar.

Sendero
Me gusta contarte los pormenores; cosas sin importancia. me gusta frotarte la espalda. Platicarte, una vez más, el sueño de conocerte. Oler tu piel de hierba Y vigilar tu siesta de la tarde. Me gusta besar a mi hijo a través de la ventana de tu ombligo. Es sencillo, hasta simple: me gusta ser parte de ti cuando me abrazas.

Sendero
Viendo a la vaca me da por pensar en cámara lenta.
Todos los movimientos que hace son de acción dilatada.
Monótona rumia,
y tira los ojos hacia el horizonte;
así los días corretean a la holganza
Miro la profundidad en sus ojos negros;
y tal parece que intenta resolver un eterno conflicto:
pero nada la saca de su presente. —intuyo,
que sabe que la vida es breve
y que rumear la tiernitud del zacate
es suficiente para disfrutar la existencia.

Sendero
Juego ajedrez
con las luces del cielo.
Tengo caballos,
alfiles, un rey negro,
y una dama que al bailar
tira sus velos.
Danza luna,
Antes de que se vayan los gitanos.

Sendero
el río
con su rumor eterno.
El cuchicheo
al hundir los remos.
El pescador y la palidez,
El sueño y lo soñado

sendero
Amar hasta que te duela
y quedarse con la experiencia.
¡Nunca se sabe!
si será el último,
con la mujer,
o con la vida…

sendero
Las ideas sin puerto,
son pájaros que se van.
El recuerdo se construye con días intensos.
El hombre tiene riqueza,
cuando es capaz de sembrar sus emociones.
¿Qué ejercicio me darán si después de mi muerte,
hay arboles carentes,
retorcidas osamentas,
donde no sacie un clarín,
y el camino sea un edén de ortigas?

Sendero
¡Esto no puede quedar así!
Quiero una guitarra
que tenga cantos de sirena,
maderas de naufragio
y vientos de fino olor.

Sendero
Al secarte te digo que eres mío.
Aliso tu cabello con el peine de marfil que una tía me regaló.
Mientras escojo tu ropa, te visto de capitán y me cuadro ante tu altivez.
Qué placer tenerte a mi lado.
arroparte en mi regazo,
hacerte caricias, morder tus cachetes y meterte en mi pecho…
Vamos capitán, no llores
que ya no tarda tu mamá;
pero te quiero como si fuera, o más todavía.

sendero
Me gusta contarte los pormenores;
cosas sin importancia.
me gusta frotarte la espalda mientras enjabonas.
Platicarte, una vez más, el sueño de conocerte.
Oler tu piel de hierba
Y vigilar tu siesta de la tarde.
Me gusta besar a mi hijo a través de la ventana de tu ombligo.
Es sencillo, hasta simple: me gusta ser parte de ti cuando me abrazas.

sendero
Se fue la tormenta
y en la rama del árbol
cuelga un pez de colores.
El alcatraz,
después del sol de la tarde;
me invitó una copa.

Sendero
Me hablas al oído.
Tu voz me guía al enredo,
tus susurros son aves entre la neblina.
Cuando hablas así,
escucho el reverbero de tu boca que me pide.
No me cuchichees al oído
porque respondo a tu silbido,
y después no sé qué me da
por despintar la mora de tus labios.

Sendero
En el pantano,
cantaron al bochorno las chicharras.
“si oyes su canto, -salte dijo mi madre;
alborotan a las ranas,
y ellas, a las víboras.
A las espadas del zacate,
les hice una cama de sol,
y cuando estuvieron a punto de polvo
me hice una almohada.
Me arrulla el canto de las ranas;
y por la mañana me rompen las chicharras.
