Archivo de categoría: FICCIÓN BREVE
En esta categoría ubico los textos que son de mi autoría. Ficción breve, miificción
Clic
Murmura el sonido cuando un tallo frágil se quiebra por el peso de un ave. Nadie lo advierte, ni el mismo pájaro que por reflejo extiende sus alas. Es más, todos los días en la vida de cada quién, se tiene el breve clic. Una mirada fugaz e indiferente, el beso que se hizo rutina o una minúscula desatención que la justificamos por la prisa.
Confusión
Veía como llegaban mujeres de otras vidas, doblando orillas de hombre y zurciendo esperanzas. En mis sueños: la inquietud te despertaba y en tus ojos había sombras que transitaban en sospechosa calma. Al despertarme percibía la fuga de tu perfil y el sabor agrio de tu axila. Estoy en esta esquina viendo pasar a las mujeres que vienen hilando su camino. Y no te veo. Quizá nada es cierto. Nada, sólo fantasmas que durmieron en mis ojos; pero sigo esperando a que cruces.
El sol
Minutos antes de que abra la noche hay un catálogo de sepias. Las nubes obesas y lentas procuran inminencia. El sol aún hierve, tiembla y deja en el aire una respiración comatosa. A los lados del río hay un mantel de piedras. El perfil de los montes se oculta y es que el añil de la tierra se amontona cubriendo sus ramas.
El río corre dando golpes y revuelca remolinos. Bajo el chapoteo del agua, anima el canto intermitente de las ranas. La noche se da por instantes al silencio y al sopor le crecen olores de flores trituradas. Nada perturba, los gusanos dejan de roer y el sopor, el silencio y las sepias se tensan cuando el monte pare el silbido profundo de la serpiente. El sol ha muerto.
Sociedad
Rasgó el sobre y leyó el resultado: » El ochenta por ciento del personal a su cargo, ha tenido una o más prácticas de corrupción» .
-Haga lo que crea conveniente- le dijo el presidente.
Salieron pedacitos de papel, que al arrojarlos por la ventana, volaron como palomitas avergonzadas.
La media naranja
El invitado
Estoy entresoñando. Te mueves en la oscuridad con la destreza de un ciego en su casa. Dejé la puerta del dormitorio entreabierta y a través de la rendija tu sombra me estremece. Desapareces.
En la mañana que sorbo el café y muerdo el pan, siento la insistencia de tus ojos. Tienen fuerza. Levanto la cara y desvías la mirada. Tal vez piensas que me molestaría si me vieses comer. Para nada, pues seguiría haciéndolo y sonreiría.
Estoy en tu casa como un invitado extraordinario, pues sé que no introduces a nadie que no sea de tu familia y yo no lo soy. Soy tu invitado que llegó del norte. Es complicado definirme, pero diré que soy un amigo íntimo al que no conocías en persona. Los niños se han ido a la escuela, y pronto iras al laburo. El carro de la compañía ha llegado y alcanzo a escuchar el ronroneo del motor.
El tiempo se ha echado encima. El taconeo de tus botas en la duela del piso, es fiel reflejo de tu prisa. Miro a través de la ventana, las buganvilias ofrecen nuevos ramos y la perra retoza en la grama. Sé que observas mis espaldas. Tienes la mirada pesada y tersa como es el mercurio. Pero en este momento, en que la perra persigue a la libélula, le agregas el deseo de no ir al trabajo y quedarte conmigo a contemplar el jardín. Sé que sacudiste la cabeza e hincaste tu tacón en las vetas de la madera. No tanto para que me diera cuenta, sino para decirte que volar es peligroso.
El beso que me dejas en la mejilla tiene humedad, presión y, un grito contenido. Todo lo transformas. Sudo. Tengo caballos en el corazón y en el bajo vientre una caricia no concretada. Cierras la puerta, pero alcanzo a escuchar tu respiración entrecortada y, luego el ruido del motor que se aleja.

Desde la ventana divisé la cara de asombro de un niño que veía un pájaro verde limón. El ave se había posado sobre los hilos retorcidos que sirven de protección. ¿Qué habrá pensado el niño? Tomé la cámara, puse el zoom y casi pude ver en los ojos del niño, los ojos del alado que parecía tener una mirada suplicante, pero quizás veía lo que no era, pues en el reflejo del cristal, daba la impresión de ser dos amigos que charlaban del sol cotidiano y de los copos de nieve que se desprenden de la flor del limonero.







