Escucha por Rubén García García

Sendero

Se oye el silencio

moverse entre la niebla.

Llueve, llueve despacio.

El viento corre

tras la prisa del tren.

Se ha escarchado

el fuego de mi pulso

con malva y sal.

La ausencia me acecha:

Respira bajo la hierba…

atroz será el invierno.

Desde la cima por Rubén García García

Sendero

Corro.

sobre la cima, escruto el paisaje:

el río se esconde entre los meandros,

humedezco la mirada en su corriente;

el agua hace remolinos en mis labios.

Me siento tan intenso, tan vital…

que podría brincar hacia los árboles

como un mono que juega a los disparates.

Viejos conocidos por Rubén García García

Sendero

El ayer lejano.

Duele porque ya no estoy.

En alguna parte del crepúsculo,

tus manos acariciando mi cara,

el eco de tu sofoco

el rocío de tu frente

el murmullo de un río que corre tras de ti.

Los labios gritando hacia dentro; el silencio cómplice.

Hoy nos encontramos en el cinema,

tú fingiendo una plática con tu pareja,

yo, simulando no verte.

solo los aromas se mezclaron, viejos conocidos.

El abuelo por Rubén García García

Sendero

Sobre mis piernas,

con tu luz rosa.

Dormida en mi pecho,

satisfecha de mis nanas inventadas.

¿En qué realidad vivirás?

Si veo tu sonrisa de girasol,

cuando vuelas entre la lluvia de azules tibios.

¿Recordaras en algún instante el abrazo de mi voz?

Volar es peligroso por Rubén García García

Sendero

Afuera, en el jardín,

veo a la perra perseguir a una mariposa.

Sentado en el alfeizar de la ventana

te veo apresurada.

Ya no tarda el taxi de la empresa para llevarte a tu trabajo.

Los tréboles se arrejuntan en la sombra

y la mariposa se esconde entre las flores de la buganvilla.

 Tus botas resuenan en la duela.

Entras y sales, de tu recámara al espejo.

Te repincelas, reacomodas el rulo.

Y si tomásemos un café mirando

como el viento hace piruetas con la libélula

sería perdernos entre los bucles del tiempo.

Con tu olor a “Chanel 5” me diste un beso cerca de mis labios;

yo resbale mi palma por el meandro de tu cintura.

Los dos, los dos…

sabemos que volar es peligroso.

Poesía de Rubén García García

Sendero

Sobre mis piernas,

con tu luz rosa.

Nunca imaginé el peso de tu levedad.

Dormida en mi pecho,

satisfecha de mis nanas inventadas.

¿En qué realidad vivirás?

Si veo tu sonrisa de niña girasol,

Cuando vuelas entre la lluvia de azules tibios,

recordaras el abrazo de mi canto,

Sabes, me conformo con estar alguna vez en tu sueño.

Minipoesía por Rubén García García

sendero

Amanece en mi oído,

la neblina de mi sueño

no me deja.

Vuelo.

Extiendo las alas

y canto.

Molina Campos , pintor argentino

La salamandra de Rubén García García

Sendero

La esperanza por Rubén García García

Sendero

¿Oyes? de Rubén García García

Sendero

¿Oyes?

Cae la noche, inexorable,

¿escuchas el silencio?

Ella duerme

en el fondo de la laguna Tlen.

No hierbe el agua, pero parece;

son los hipos de la exhalación.

Es el instante en que el abrazo complace,

es el soñador que tira la red al cielo,

cuando la neblina del hombre

duerme por el canto del grillo.

Ella, la sierpe se ovilla y exhala.

El beso por Rubén García García

Sendero

Hace millones de años besé tu boca

y fuimos flor en la planicie de los hongos.

Beso helecho.

Beso anfibio que respiró en tus lagunas;

que lo repite el toc toc del pájaro carpintero.

Mi beso es ave que se hunde

Es golpe y susurro al caer la cascada.

Poema de Rubén García García

Sendero

En esta casa

alardea la quietud;

las hojas caen

apretando el silencio.

El tren se ha ido

y contigo el oboe.

Fuera, en el jardín.

El gato acecha los fantasmas

y la hormiga ansiosa

espera la caída de los pétalos.

En esta casa

ya no se oyen las pisadas del unicornio.

y la rosa mira el último velo.

Llueve como un rocío inesperado.

jacaranda poema de Rubén García García

sendero

Estás en un horizonte,

que ni con el pensamiento puedo tocar;

solo con mi corazón.

Aquella lámpara que me regalaste,

dispuesta en mi mesa me sigue alumbrando.

Cuando recuerdo las pisadas del gigante cortando leña en los cielos y el rodar de los troncos, como preámbulo de un zigzag de luz que estalla a un lado. Cobijas mi temor con tu abrazo que detiene los caballos de mi corazón.

Es entonces que prendo la lámpara.

Cuando mis fuerzas se ningunean y creo que me llamas, la luz se prende. Entiendo tu regaño y vuelvo a interrogar el aroma de mi imaginación.

Te sueño, te pienso y veo a mi lado tu sonrisa de niña.

 Mi madre es una jacaranda, que da flores en otros cielos.