PRESENTACIÓN DE LA «DANZA DE LAS FUERZAS» por Rubén García García

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LA DANZA DE LAS FUERZAS

La danza de las fuerzas” de Rubén García García
es una obra que se mueve entre la intensidad de la palabra y la precisión del silencio.

Cada relato abre un universo, un instante de vértigo donde el autor logra que lo mínimo contenga lo infinito. Su escritura, tan humana como lúcida, se convierte en un puente entre la realidad y lo invisible.

📘 Publicado por Editora BGR, este libro es una referencia imprescindible para quienes disfrutan de la narrativa breve contemporánea y de la microficción iberoamericana.

Disponible en:
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La catástrofe en Poza Rica y la región (4)

UNA SEMANA PREVIA A LA CATÁSTROFE DEL RÍO CAZONES (cuatro) Por Rubén García García

Para un terremoto, apenas contamos con segundos para protegernos; para los eventos meteorológicos, con días.

El Servicio Meteorológico Nacional había identificado lluvias intensas desde el 6 de octubre. En los mapas, todo el estado de Veracruz aparecía teñido de rojo: una advertencia clara que no se tomó con la responsabilidad que merecía.

Era el momento de sembrar conciencia en la población, de informar y persuadir sobre el peligro que se avecinaba. Las zonas más vulnerables —las que viven a la orilla de los cuerpos de agua— debieron ser alertadas con prioridad. El mayor de ellos, el río Cazones, había comenzado a mostrar su fuerza contenida.

Se dispuso de una semana completa, siete días que debieron aprovecharse segundo a segundo. Era tiempo suficiente para que Protección Civil, en coordinación con las dependencias municipales, estatales y federales, planeara la estrategia más eficaz en caso de desbordamiento del río o de sus arroyos.

No es necesario enumerar todas las acciones posibles; el objetivo esencial era proteger la vida, evitar epidemias y garantizar que la comunidad pudiera volver a la normalidad en el menor tiempo posible.

Toda campaña de prevención y educación para la salud tiene un costo, pero cuando logra su propósito —hacer consciente a la población— el beneficio se multiplica. Si la gente entiende el riesgo, coopera; si no lo entiende, la tragedia la sorprende.

Y eso fue lo que ocurrió.

El río saltó de su cauce en la madrugada, cuando la ciudad dormía.

Si esto fuera una guerra, podríamos decir que el enemigo nos tomó mal preparados y dormidos.

El desastre en Poza Rica y la región por Rubén García García

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ESPÉRESE TANTITO, NO TIENEN PACIENCIA

El desastre de Poza Rica y la región (tres)

El hambre no espera. La intemperie muerde.

El refrigerador, la estufa, los electrodomésticos están, si es que están; y si están, están inservibles.

El chamaco llora, otro le jala el vestido y sabe que quieren comer.

Pero no hay.

La inundación es un caballo apocalíptico: cabalga en las crestas de la corriente.

No le teme a los remolinos, a los troncos ni a las vacas ahogadas, mucho menos a los vivos que bracean sin esperanza.

Rompe bardas, se sube a las azoteas y, como una serpiente, husmea por los rincones.

Todo lo abarca mientras los dioses lo sigan alimentando.

Cuando se va, deja destrucción, muerte y una hediondez inmensa.

Y le da su sonrisa dientona al corrupto, al olvidadizo, al irresponsable: el político, el burócrata, el que dice que para qué pensar en el mañana, si el hoy es lo que se vive.

Claro que hay programas, protocolos, divinas enseñanzas que, bien ejecutadas, podrían mitigar las mordidas del daño y de la muerte.

Hay muchos culpables, pero vayamos por orden.

Vámonos al pasado.

¿Quién autorizó que se construyeran colonias en zonas aledañas a un río que, por verlo manso, se creyó que siempre sería así?

¿Cuántos proyectos de gobierno o privados, gracias a la corrupción, obtuvieron de las autoridades los permisos correspondientes?

¿Y qué tal la calidad de las obras?

A más “moche”, menos calidad en la construcción.

Cuando llegan las aguas, el río requiere de espacios para que, al extenderse, la corriente se modere.

Somos tan insensatos que le comemos la ribera y, así, las avenidas se estrechan y lo hacemos violento.

Se estrecha cuando lo cargamos de basura, cuando las aguas sucias desembocan en él.

El hombre es quien se clava el puñal.

El río tiene memoria ancestral, lejana y nunca olvida.

Los cielos de Poza Rica, la catástofe dos por Rubén García García

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aquí un vídeo…tomado de la red..https://x.com/ImagenTVMex/status/1979251418050466084

El desastre de Poza Rica y la región (dos)Tenemos la memoria flaca por Rubén García García

Toda actividad en salud pública tiene un costo, y cuesta mucho dinero.

El dicho milenario “más vale prevenir que curar” es de una riqueza que, tal vez por su sencillez, no siempre se valora como merece. Puede afirmarse que una medicina preventiva que incluya la educación seguramente evitaría muchos problemas médicos cuyo tratamiento tiene un costo elevado.

Es más fácil suministrar una vacuna que atender un caso de sarampión. Sí, las vacunas tienen un costo: distribuirlas, aplicarlas, capacitar al personal y realizar campañas casa por casa implica cifras de muchos ceros; pero evitar la muerte de un niño lo vale.

En el caso de las lluvias intensas de Poza Rica y la Cd. de Álamo que nos ocupa, el fenómeno no se puede evitar.

Tuvimos ocho días sabiendo que sucedería. En un terremoto solo contamos con segundos.

Ocho días que, si se hubiesen aprovechado bien, habrían evitado tantos difuntos.

Nuestra sociedad y nuestros gobernantes tienen la memoria flaca. Como el varón que se retuerce por la cruda o la resaca y promete que ya no volverá a tomar, pero ocho días después brinda con los cuates.

O como el enfermo o la enferma que se lastima comiendo grasas y picante, sufre un ataque de colitis, jura que no lo volverá a hacer y tiempo después reincide.

EL DESASTRE EN POZA RICA

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El desastre de Poza Rica y la región (uno) por Rubén García García

Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre. Un dicho que cae como anillo al dedo para medir las redes.

En el desastre que la ciudad de Poza Rica, dicen que hubo cientos de muertos, el gobierno refiere una cifra que no pasa de cuarenta. Se dice que una central camionera había muchos cuerpos enbolsados. Se dice que se los llevaron … Etc.

«Son gente que medra con las desgracias» dicen otros. Tal vez nunca se reconcilien las cifras y cada quien haga sus propias cuentas.

Lamentablemente esto es consecuencia de que la población desconfía de las instituciones. Que todo se politiza, que no hay transparencia y poca es la empatía y escaso es el dinero y lentos los apoyos.

Lo cierto es que ya se desprenden olores de muerto en algunas colonías.

Al tiempo, que nada puede esconderse a la luz del sol.

Lotería

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Llegó al amanecer al departamento de Emilio —millonario y deportista—.
Le guiñó el ojo mientras le hacía la señal de “ven” con los dedos de hueso palillado.
Él, atónito, mudo, apuntó su mano hermosa hacia el pecho de pavo enriquecido, como diciendo:
—¿Y yo por qué?
—Cuando me molesta el tedio —dijo ella—, tomo una carta, de las millones que tengo en mi mesa infinita.
Y mira tú, cosas de la muerte…
Te sacaste el premio.

De la danza de las fuerzas dos por Rubén García García

Misantropía por Rubén García García

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No he querido aniquilarte, porque eres única en este mundo. Mi admiración por ti me obliga a respetarte. En las noches de perversidad, te observo con mirada profunda y manipulo tus ácidos, haciéndote más letal. Mi alma tiembla al saber que un solo error podría serme fatal.

Tal vez algún día, mi odio hacia la humanidad te conceda la libertad de anidar en su sangre. Bastaría con dejarte en algún aeropuerto y, quince días después, brotarían tus vesículas negras en cuerpos hediondos, supurando pus y muerte.

Por hoy, Variola, descansa. Yo también lo haré.

El espejo y la pinza por Rubén García García

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¡Qué difícil es mantenerte como un viejo aseado! Hoy, los pelos de la nariz han crecido más. Con un espejo de aumento y una pinza en mano, me preparo. A ver, allí está uno… Trato de apresarlo. Buff, al fin.

Parece que fue ayer cuando mi amante me decía: «Acuéstese, que yo lo depilaré». Recuerdo su risa: cada vez que gritaba, ella acariciaba mi mejilla y frotaba su nariz con la mía. Eran momentos de complicidad, pequeños gestos que parecían enormes.

Ahora, cada vez que desprendo uno, grito y tiento mi piel; solo está la nariz.

Mis huéspedes por Rubén García García

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Mis huéspedes: púan, higo, cafeto, gardenia, jazmín, pata de elefante, mandarina, anturio, begonia, mano de león, margaritaas en floración, y hojas que parecen mariposas.

Al fondo; el higo, el púan, el cafeto, margaritas. Al frente, la pata de elefante , hojas, jazmín, gardenia. flor de anturio, buganvillia.

La fisura de Rubén García García

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Los pormenores de su visita volvían a mi mente sin tiempo, como fragmentos de un sueño. De pronto recordé: al mencionar nuestras vivencias, ella siempre las refería en pasado. Sentí un clavo en el pecho, y una fisura imperceptible comenzaba a abrirse.
Miré el algodón de la camiseta que me obsequió. Había manchas de un rojo óxido que no recordaba haber visto. Cuando intenté alisarla con las manos, la tela permaneció inmóvil y, poco a poco, comenzó a deshacerse líquida entre mis dedos. Una inquietud me aplastó, sin saber bien a qué se debía.
Caminé de un lado a otro, cada vez más ligero, casi sin tocar el suelo. A través de una rendija en la ventana, un rayo de luz danzaba, iluminando finos corpúsculos que flotaban en el aire, como motas de polvo resplandecientes. Me quedé absorto en su movimiento. ¿Siempre estuvieron ahí? Me lancé tras ellos, salté una, dos, tres veces, hasta que finalmente logré atraparlos. Al cerrar las manos, sentí un leve vibrar y un calor intenso y extraño.
Fue en ese momento que lo supe. Ya no era el mismo. Las manchas, el algodón, los corpúsculos… todo había sido una advertencia. Abrí las manos con temor, y brotó un destello que me envolvió los ojos. Como una gota de tinta transparente, se dispersó en toda mi red vascular. Era un fragmento, un corpúsculo, un suspiro en el aire.

Llegará el día por Rubén García García

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En el crepúsculo, las chicharras y las luciérnagas, celebran su fiesta. Es un baile de luz y sonido, un himno al día que perece, un preludio a la noche que llega. Es un recordatorio de lo efímero, de cómo la vida pasa y se va como el rocío. Un día me diré que estoy muerto, y cuando llegue, quiero que mis hijos construyan una balsa y que la corriente me lleve hasta la bocana. Aunque no lo vea habrá un cielo azul, el gorjeo de las gaviotas y la serenidad matemática del vuelo de los pelicanos. Abajo estará esperándome el jardín del pulpo.