Sendero
La lluvia tiene
un halo de añoranza.
Música de hojas.

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Sendero
La lluvia tiene
un halo de añoranza.
Música de hojas.
Sendero
Veía de reojo
el durazno amarillo.
No tarda el viento.
Sendero
Es media noche
Alguien está soñando
y no está vivo.
Sendero
¡Tanta negrura!,
solo un farol resiste.
Pequeña luz.
sendero
Va la mujer.
Sobre el acantilado,
un hombre sueña.
La ola mil lo despierta.
El mar, con la sirena.
Tomado de Fb
Sendero
Llaman a misa
doblando las campanas.
lluvia finita.
sendero
Entre el maizal
la luz se rompe en rojos.
Los cuervos pelean.
sendero
En la montaña
hice una gran fogata.
Versos y poemas
escritos a lo largo
de mi existencia.
Lapislázuli y ágatas
nubes y espumas,
serpentinas de fuego
flores de barro
y tus exhalaciones
que desordenan.
Apague la fogata
y en el ocaso
las parvadas de gruyas
volaban majestuosas.
Sendero
Volcán sin fuego.
de cabra, nieve y águila.
Camino de agua
Tomado de fb de «hayku en español de Gonzalo Marquina
«El haiku es una poesía que contraría la imagen tópica del escriba clavado a su escritorio, inmerso en el silencio, morador de un castillo de belleza exclusiva. Desde el comienzo de su arte, al menos desde el siglo XVI o XVII, muchos hombres del haiku reivindicaron su carácter pedestre, buscando conformarse con la condición de poetas callejeros. Quien dice calle dice polvo y barro, suciedad, ruido ambiente, estrechez, insectos y animales, suciedades varias. Quien dice calle ciudadana alude a callejeo, a peatón, a errancia y bohemia, y por ende a poesía con los pies en la tierra. Quien dice sendero campestre sugiere, sin duda, intemperie sin techo. Cuando es vagabundo, en la ciudad o el campo, el poeta vive «afuera», no tiene domicilio fijo, es nómade por fuerza, pobre por condena social. Es alguien que está situado al margen (…) Porque la intemperie, que es forma de su vida, llega a ser modalidad de su expresión y sentimiento, auténticos núcleos duros del poeta del haiku.»
— De «El libro del haiku» de Alberto Silva (2008).
Sendero
Tras la ventana
hay un sol color maíz.
El pan se dora.
Tomado del Fb
EL HAIKU Y EL «YO»
Hoy en día existe una enorme confusión en torno al tema de la presencia y la no-presencia humana en el haiku (algo que en Japón y otras comunidades del mundo abocadas al género ya ha sido analizado, debatido y superado).
Primero, no podemos olvidar que el haiku SIEMPRE ha tenido al ser humano como elemento compositivo: niños, mujeres, hombres, ancianos, incluso los mismos autores… Este tipo de poema no solo trata sobre la naturaleza (flora, fauna, geografía y clima), esa es una concepción del siglo pasado (tiempo durante el cual Iberoamérica recién estaba conociendo al género). Actualmente, el haiku es comprendido como un poema que trata sobre todo lo creado: materia viva, materia muerta, TODO (incluyéndonos).
Ya en tiempos de Bashō, Buson e Issa existían los haikus tipo «gyōji» (行事), también llamados «jōcho» (情緒), los cuales trataban sobre festivales folklóricos, fiestas, cosechas, costumbres, pobladores, es decir, sobre todo aquello que forma parte de la vida del ser humano (incluyendo su interacción con otros humanos). Hoy tenemos los «Haikus de asuntos humanos» (人事俳句- Jinji Haiku) y hasta categorías no-naturalistas en los Diccionarios de Kigo (llamados «Saijiki»), en donde podemos apreciar apartados como «Cosas de la vida» (生活 – seikatsu), como prueba fehaciente de la validez y aceptación del humano como elemento compositivo en el haiku.
El verdadero problema está en que el común denominador de la gente, sobre todo quienes no dedican tiempo al estudio del haiku antes de tentar su escritura, toman lo anterior como un aval para hacer del «Yo poético» el centro de sus escritos, olvidando que en el haiku se prioriza más bien el uso de un «Yo lírico» por razones estéticas. Es este «Yo lírico» el que se manifiesta en grados distintos desde la antigüedad (desde luego, según el estilo de haiku trabajado). Cuando el «Yo lírico» aparece sin afán de mostrarse (es decir, solo como un elemento más), entonces no hay problema. Si «lo humano» no interfiere con el efecto de evocación sensitiva que debe procurar el Haiku y todavía se puede paladear ese «Gusto a Haiku» o «Haimi» (俳味), entonces todo está bien. La única condición es que el «Yo lírico» no sea invasivo, que no evidencie el molesto afán del autor(a) por mostrarse, que no deje entrever sentimentalismos, razonamientos o intenciones no-literarias. En conclusión, el «Yo» puede aparecer, pero no puede ser el protagonista o el centro del poema.
Ahora, ciertamente, no tienen nada de malo que un poema (sea japonés o no) se encuentre impregnado de sentimentalismos o razonamientos; pero hay que tener en cuenta que estos rasgos estéticos no corresponden al haiku, sino más bien a otro tipo de poemas como el Senryū (川柳) o el Renku (連句).
La línea entre el «Yo poético» y el «Yo lírico» es muy delgada y, por eso, escribir haiku no es tarea fácil. Recordemos que se trata del arte de lo sutil, la concisión, la armonía entre la imagen, la idea, la emoción y el lenguaje. Por eso, el grado de presencia y atenuación del «Yo» lírico es algo distintivo en este tipo de poemas. Si tomamos esto en cuenta, comprenderemos por qué el pronombre «Yo» a veces aparece como elemento del haiku sin restarle valor (aunque, claro, en el caso hispanohablante habría que repensar esta premisa). Por ejemplo, en el haiku japonés encontramos palabras como «Watashi» (私), «Ware» (我) o «Waga» (我が), todas ellas consideradas como válidas.
En conclusión: cuando el «Yo» no es invasivo, ni vanidoso, ni reflexivo, ni cursi, entonces puede (y, a veces, hasta debe) estar en el haiku. Es decir, cuando el «Yo», directa o indirectamente, se manifiesta con sutileza y no interfiere con los principios básicos y los efectos estéticos propios del haiku, entonces no hay problema alguno. Y como ejemplo de esto último, tenemos las siguientes composiciones (niponas e hispanohablantes):
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わが行けばいっさいのかに蘆隠る
waga ikeba Issai no kani ashi-kakuru
Cuando yo paso,
los cangrejos de golpe
se esconden entre los juncos.
(Seishi)
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水にそうていちにちだまつてゆく
mizu ni sotte ichinichi damatte yuku
Bordeando el agua
todo el día
voy callado.
(Taneda Santooka)
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うれしくてふる雪口でうけとめる
umasona yuki ga fuuwari-fuuwari to
Tan contento
que recibo la nieve
con la boca abierta.
(Autor desconocido)
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すいせんをおってしかられた夜六時
suisen wo totte shikarareta yoru rokuji
Cogí un narciso
y me regañaron
a las seis de la tarde.
(Kubo Satoshi)
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El niño al pecho.
Flores de jacarandá
sobre el rebozo.
(Roxana Dávila)
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Amaneciendo,
el frescor de otoño
entre las mangas.
(Isabel Rodríguez)
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¿Será jazmín?
entre amigos riéndonos
en luna llena
(Alonso Belaúnde Degregori)
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**Para saber más, sigan a Retama – Escuela de Haiku
sendero
Abre la flor.
A la vera del río.
Vibran las alas
Hola, Marina En realidad, casi todos los autores japoneses han desarrollado en algún momento de sus vidas el tópico de la guerra (incluso, religiosos y pacifistas). Sin embargo, puntualmente el vínculo entre el Haiku y los bombardeos acontecidos durante el tramo final de la 2da Guerra Mundial (exactamente, agosto del ’45) podrás hallarlo en el surgimiento de un movimiento literario en específico: el Genbaku Bungaku (原爆文学) o «Literatura de la Bomba».
Este movimiento fue duramente censurado durante los primeros años después de la guerra: por un lado, los aliados impidieron su reproducción por temor a un resurgimiento nacionalista y deseos de venganza por parte de la población y, por otro lado, se desarrolló una fuerte represión llevada a cabo por los mismos círculos literarios japoneses (sobre todo, académicos y tradicionales capitalinos) quienes consideraban que este fenómeno no era digno de ser llamado un movimiento literario «de verdad» (jun bungaku – 純文学), pues la mayor parte de sus cultores no eran escritores de profesión, sino ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes que habían encontrado en la literatura un medio para plasmar sus experiencias personales sufridas durante la guerra. Fue recién durante la década de los ’60 que este movimiento cobró fuerza e impactó a gran escala, cuando diversos autores ya consagrados (poetas, narradores y académicos) comenzaron a publicar libros, antologías y ensayos sobre el cisma -en todo el sentido de la palabra- que había respresentado para el pueblo japonés el lanzamiento de las bombas atómicas.
Ahora, en materia de haiku, hay que comprender que la mayor parte de estas composiciones no fueron escritas inmediatamente después del lanzamiento de las bombas (las razones son más que obvias: los efectos espantosos y el duro contexto). Los autores de haiku de este periodo eran en su mayoría civiles que nunca antes habían participado en el campo literario. Por eso, sus composiciones resultan bastante sentimentales, subjetivas y, en gran medida, cercanas a la estética de otro tipo de poemas como el Senryū o el Tanka. Tal vez, por eso, fueron desestimados por la entonces «Asociación japonesa de autores de haiku» o Nihon Haiku Sakka Kyōkai (日本俳句作家協会), institución auspiciada por el gobierno imperial y liderada por el poeta Takahama Kyoshi (defensor del «estilo realista» y sucesor del gran Masaoka Shiki en la dirección de la escuela de haiku Shasei – 写生). De hecho, se sabe que años antes de que Kyoshi llegara a tal puesto clave, el gobierno militar había emprendido ya una campaña de represión brutal en contra todos los autores «antipatriotas» y «revolucionarios» -según la opinión del gobierno-, pues sus obras eran vistas como amenazas para el «esfuerzo de guerra» y el fomento del «espíritu nacional». Muchos poetas pertenecientes a movimientos renovadores, como el Shinkō Haiku (新興俳句) o el Kyōdai Haiku (京大俳句), fueron arrestados, amenazados, encarcelados y hasta desaparecidos; sus obras, confiscadas y destruidas por la infame «Alta Policía Especial» (tokubetsu-kōtō-keisatsu – 特別高等警察). Tenemos, por ejemplo, los casos de Hakusen Watanabe, Hirahata Seitō, Inoue Hakubunji, Nakamura Sanzan, Araki Mizuo, Tsuji Soshun, Miyazaki Yūjin, Hashi Kageo, Nichi Eibō, Ishibashi Tatsunosuke, Wada Hensuirō, Sugimura Seirinshi, Mitani Akira, Saitō Sanki, Tsuru Akira, Nakayama Kamenbō, etc.). Años después, la «Asociación japonesa de autores de haiku» -con Kyoshi a la cabeza- se posicionó como la única institución hegemónica, cubriendo todas las facciones y tendencias poéticas del país. De manera que existía ya un precedente de censura.
Pero, afortunadamente, no todos los autores fueron invisibilizados o reprimidos. Gracias a ello, hoy podemos conocer un poco más sobre la poesía surgida en el marco de la «Literatura de la Bomba», la misma que terminó siendo al fin y al cabo un punto de encuentro entre civiles, exsoldados y escritores japoneses quienes tenían algo en común: el agridulce sentimiento de haber sobrevivido al horror de la guerra y la necesidad imperativa por dejar asentada esa experiencia de algún modo para las generaciones futuras.
Aquí una breve muestra de algunos de estos haijin y sus poemas que he podido traducir:
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柊の花や空襲警報下
hiiragi no hana kūshū keihō-ka
Florece el acebo…
y, otra vez, la alarma
de ataque aéreo.
(Kubota Mantarō)
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黒猫もいたく夏痩せ我が家に
kuroneko mo itaku natsuyase waga ie ni
El gato negro también
adelgazó tremendamente
este verano en mi casa.
(Mitsuhashi Takajo)
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大戦生きて妻子の影麗ら
ō-ikusa ikite saishi no kage urara
Sobreviviendo a la Gran Guerra,
la silueta de mi esposa y el niño…
¡Qué hermosura!
(Watanabe Suiha)
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ヒロシマ忌忌舗装の下に骨あらむ
hiroshima-ki hosō no shita ni hone ara mu
Día de Hiroshima.
Bajo el asfalto, tal vez,
algunos huesos.
(Yasuhiko Shigemoto)
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原爆地子がかげろふに消えゆけり
genbakuchi ko ga kagerō ni kieyukeri
Donde cayó la bomba
un niño, entre la niebla primaveral, desaparece…
(Ishihara Yatsuka)
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雪の上に雪降ることのやはらかく
yuki no ue ni yuki furu koto no yawarakaku
Sobre la nieve
cae más nieve todavía
delicadamente.
(Saitō Sanki)
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水乞ひし人は屍や西日没り
mizu koishi hito wa kabana ya nishibi iri
El que rogaba por agua
es ahora un cadáver.
Se oculta el sol por el oeste.
(Shimomura Hiroshi)
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生き残れり蕎麦蒔けばはや花となり
ikinokoreri soba makeba haya nana to nari
Sobrevivió:
el trigo sarraceno que sembré
ya floreciendo.
(Hayashibara Raisei)