Sendero
—Buenas noches —le dije.
—Buenas sean para usted.
— ¿No ha pasado el autobús?
—Creo que no. Ya tengo rato y no llega. Oiga…
—Sí
— ¿A poco se vino por el cementerio?
—Sí, ¿usted cree?
— ¿No tuvo miedo?
—Un poquito
Se quedó en silencio, como pensando y como si disparara me preguntó:
— ¿No le salió un perro?
Le iba a contestar, pero llegó el camión. Abordamos. La señora se acomodó cerca de la puerta. Intrigado por lo del perro, me acerqué y pregunté. Insistió en saber si me había encontrado un perro corriente y con manchas negras. Le dije que sí.
Se levantó de su asiento. Pidió que la dejaran en la siguiente parada, y sin preguntarle, se acercó al oído y me dijo: es que el perro anda en pena.
—Entonces ¿mataron al dueño del perro?
—No. El dueño salvó su vida y se fue. A quien mataron fue al perro.


No creo que los perritos anden en pena, no lo creo de parte de ningún animalito, Rubén. En esta ocasión he publicado un poema a mi hijo mayor, titulado «Mi escogido», ojalá te animes a visitarlo, pues desde hace casi más de dos años no entraba a este blog y hoy me decidí. Lo tenía abandonado. Un saludo en la distancia.
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Recuerda amiga que en el cuento,. todo es posible. Abrazo grande.
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