la mandarina de Rubén García

sendero

Las mandarinas tienen la piel blanda y olorosa. A medida que maduran la cascara toma el color de cobre sucio. Se construyen en gajos simétricos, protegidos por hilos acremados. Un gajo en la boca complace al paladar más exigente, morder y sentir que los flujos dulces te inundan es refrescante. Una mandarina para un sediento es un placer inefable.

¡Por supuesto que no!, la mandarina no es la esposa del mandarín.

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