Sendero
En la oscuridad y el silencio de una tarde en la caballeriza de la hacienda coincidimos. Sobrevino la indiferencia. Como vaquero me emplee en otros ranchos. Años después te vi sobre una yegua fina con nuestro hijo en tu regazo. Un hijo mío inocultable por el lunar entintado que ambos tenemos en el brazo. Atrás, tu esposo sobre un fino alazán.
De nadie me despedí, solo tomé el primer autobús que salía del poblado. Es cierto soy un cobarde, ¿pero, que haría usted, en mi lugar, amigo lector?.
