La ángel de la guarda de Rubén García García

sendero

La ángel Inició con su voz de remilgo, supe que algo no marchaba bien. Me dijo:

—Te cuidas exageradamente. Tomas café descafeinado a la misma hora con galletitas dietéticas. Visitas al jardín, más tarde das tu caminata habitual con tu perro Tobi.

Sí. Todo eso hago, ¿a dónde quieres llegar?

—Eres predecible, si te quisieran hacer daño, lo harían fácilmente.

—¿Entonces para qué estás?

—Para cuidarte. Ahora tienes cuarenta años y desde que tienes conciencia siempre haces lo mismo. El único día que tuviste acción fue cuando fuiste a la biblioteca. Ya me cansé de estar cuidando a un anciano prematuro. Estoy pensando en solicitar un cambio. Necesitas incorporar a tu vida un suceso que rompa con tu vida monótona.

«Este ángel de la guarda tal vez quisiera que fuese un Robin Hood; me gusta vivir sin sobresaltos».

Como pude lo convencí de que estuviese más cerca. Nos llenamos de acción hasta la madrugada. Esa y muchas noches más.

Le ha cambiado el carácter y ahora ya no habla de solicitar un traslado.

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