Sendero
Encontró a su hermosa mujer haciendo el amor en el dormitorio con el vendedor de seguros. El hombre herido tuvo mesura. Guardó la pistola y se retiró para no volver nunca. Tres años después se casaba con una mujer muy fea. Disfrutaba de la paz que le da una mujer atormentada por la fealdad. Su trabajo de agente viajero lo desarrollaba con éxito y no exenta de riesgos por lo que su compañera conocía los sitios donde el pernoctaba. El día previo había platicado con ella y estaba a cientos de kilómetros. Por la ruleta de la vida esa noche llegó a su hogar y su esposa hacia el amor en su dormitorio con un sujeto joven y atlético. Sacó la “tartamuda” y encañonando al amante le preguntó visiblemente alterado
─ ¿Dígame que le ve a esta mujer que no es fea, sino feísima? ¡Dígame la verdad o lo mato!
La infiel parecía una ranita asustada, abdomen globoso y risa amplia, cuyas lágrimas rodaban por su cara y bañaban sus pechos caídos.
─ La verdad la verdad… es que su esposa tiene orejas muy bonitas.
