Un gato para Juan de Rubén García García

Sendero

Hubo un tiempo que el gato se le reconocía como el rey de la selva. Los felinos lo veían con temor, respeto. El tigre era un cazador inútil que caminaba desgarbado, tambaleante.

Un día quedaron frente a frente y el tigre balbuceó.

– Gato enséñame a cazar.

El rey lo vio y no pudo evitar un maullido de lástima. Con paciencia inculcó su destreza. El tigre seguía al gato, lamía su piel, velaba su sueño, a cambio fue entrenado en el acecho, en otear el viento, en camuflarse entre la vegetación. En la estrategia y el ataque.

Ahora, el tigre lucía diferente. La buena caza le restituyó la vitalidad perdida. Se sintió poderoso.

«Gato estoy satisfecho de lo aprendido. Estoy en condiciones de valerme por mi mismo. También quiero ser rey de la selva. No lo tomes a mal, me caes bien, solo acepta que estoy en todo mi derecho. No lo tomes personal».

El tigre saltó sobre el gato y éste subió a una palmera con rapidez. El tigre lo miró enfadado.

«No me dijiste como subir a los árboles y menos a las palmeras».

»No tigre, un maestro nunca enseña todo, y menos si es un pariente»

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