ERROR IMPERDONABLE — Escribir sobre la punta de la i

Nunca me arrepentiré lo suficiente de lo que le hicimos al pobre Ernesto. En aquella época teníamos tan solo ocho años, aunque suene a ridícula excusa, y su madre hacía las lentejas más deliciosas del mundo, con tropezones de chorizo y un sabor a tocino que se te quedaba impregnado en la memoria del paladar…

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