Sendero
No he dormido. Si bien el sapo que besé se convirtió en apuesto príncipe, por la noche se duerme con la boca abierta; cada mosca que pasa la desaparece y croa satisfecho. Acepté a regañadientes que construyera un estanque en la recámara, y lo adornara con lajas limosas. Anoche le ordené al “encantador”, que trajese su mejor animalito y lo escondiera debajo de las verdes lajas.
