Vicente Haya reflexiones, el asombro y lo que no está (2)

https://destellosdehaijin.blogspot.com/2012/09/conferencia-de-vicente-haya.html

En realidad, para los poetas, la pregunta del porqué no tiene sentido. El asombro no es una excusa para el pensamiento. El asombro es un pozo en el que cae el corazón sin porqué. Lo que sucede lo hace para producirnos un peculiar estado de ánimo que calificamos de “experiencia mística”. Así sea un simple canto de cigarra  en medio de la noche. Y, si un sonido puntual es para el poeta japonés una manifestación de lo sagrado, ¿qué debe suponerle el hecho de que el sonido mismo no se detenga?

Ha habido, afortunadamente, quienes -entre los poetas japoneses de haiku, los haijin- se han dado cuenta de este asombro por lo incensante, y lo ha expuesto tan bellamente como:

水音のたえずして御仏とあり                                             [SANTÔKA]

Mizuoto no taezu shite                        Por el incensante sonido del agua,
mihotoke to ari[3]                                      estar con el Buda

Se hace referencia a Buda, como uno de los nombres de lo sagrado. Podría ser tanto “el Buda de la existencia” como una pequeña estatua de piedra que hubiera junto a un arroyo. Lo que acusa y comunica la sensibilidad del haijin –en este caso, Santôka- es que la presencia de ese Buda esté vinculada a lo inagotable de un sonido. “Puedo estar con el Buda (o con una estatua del Buda) porque el sonido no cesa”. La dinamicidad incansable de algo que acontece propicia el encuentro con lo sagrado. Santôka se siente en presencia del Buda por el efecto de un sonido infatigable. No hay cansancio en la existencia; los seres –cada uno con su naturaleza propia- pujan por vivir, y lo hacen de una misma manera ya estemos ahí delante como testigos poéticos o ya queden los seres anónimos expuestos únicamente a su propio hechizo. El Buda pertenece a los seres, y no al contrario. El sin tiempo del murmullo del arroyo nos introduce en la naturaleza búdica que habita la existencia. Los diferentes posibles sentidos de este haiku –que ahora no nos compete analizar con exaustividad[4]- se entrelazan y nos sitúan en tiempo real junto al Buda.

El asombro por lo que “no ocurre” en la Naturaleza

Una sola vez chirría una cigarra en una noche de luna, el sonido del agua que no deja de murmurar en un arroyo… Lo que sucede es sagrado… Pero, ¿y lo que no sucede? ¿Es también sagrado lo que no llega a acontecer?

Para contestar esta pregunta vamos a seleccionar esos haikus no tan frecuentes que presentan algún tiempo verbal en forma negativa, y comprobaremos de este modo que no todos ellos responden a una misma intención poética.

1) Dos verbos: uno en forma negativa y otro en afirmativa

Lo primero que habremos de decir es que “lo que no sucede” no aparece por vez primera en la poética japonesa con el haiku. En uno de los más antiguos poemas del Manyôshû –la primera antología poética de Japón- encontramos ya este asombro tan poco convencional:

暮去者小倉乃山尓鳴鹿者今夜波不鳴寐<宿>家良思母

Yû sareba                                     El ciervo que berrea
Ogura no yama ni                     en la montaña de Ogura
naku shika wa                            cuando llega la noche
koyoi wa nakazu                       hoy no lo ha hecho…
ine ni kerashi mo[5]                   ¿Estará dormido en los campos de arroz?

La sensación que nos comunica este waka es, justamente, la que ahora guía nuestra investigación: la de que, para el ser humano abierto al mundo, “lo que no ocurre”, en tanto que esperado o natural, es parte de “lo que ocurre”.

Y ya que desde el Manyôshû hasta el género que se inicia con Bashô hay una tradición que se mantiene fiel -una cadena inquebrantable de idénticos asombros poéticos- podemos mostrar un haiku escrito en el siglo XVIII a partir de una impresión extraordinariamente parecida:

三たび啼いて聞えずなりぬ雨の鹿                                [BUSON]

Mi tabi naite                                              Tres veces berreó
kikoezu narinu                                         el ciervo en la lluvia
ame no shika[6]                                           y no se le oyó más

En el waka del Emperador Jomei se nos decía “esta noche no ha cantado el ciervo”; en este haiku de Buson, “ya no se oyó más al ciervo”. Si este trabajo de comparación de cada uno de los asombros del Manyôshû y del haiku se lleva a su conclusión con éxito –tal como hemos intentado en algunas de nuestras publicaciones[7]-, y resulta que lo que conmociona al poeta de haiku ya afectaba a los que escribieron el Manyôshû cinco siglos antes de la entrada del zen en Japón… ¿Podrá haber quién con un mínimo de rigor pretenda que los asombros del haiku pertenecen a ese Budismo zen que se presenta a Occidente como heredero universal de todo lo que de valor ha producido la cultura japonesa?

Dejamos las siempre fastidiosas refutaciones académicas a un lado, pues sería digresión en nuestro estudio actual, y seguimos trabajando desde esta constatación de “algo que no ha sucedido” como expectativa de lo que esperábamos que tuviera lugar:

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