Sendero
Hace tres años que el río es difunto. Ayer el sol rencoroso fundía el mantel de piedras. Y sin que nadie lo predijese el agua despertó de su sueño longevo. El cielo se oscureció tanto, que las gallinas buscaron las ramas secas de los árboles. Sonaron tambores detrás de los cerros y un relámpago rompió la falsa noche. Cayeron cubetas de agua. Los niños que nunca habían visto llover corrieron asustados buscando las enaguas de la madre. La gente se bañaba en las chorreras, primero vestidos y locos por el agua se desnudaron. Los amantes se perdieron entre la oscuridad y retozaron como gusarapos en medio de los charcos. Era tanto el júbilo que los ancianos tomaron fuerzas y salieron para sentir la inefable seducción de sentir el agua. El río volvió a la vida, una laguna apareció. De los yermos germinaron plantas que solo los abuelos conocían por dichos de los tatarabuelos. La gente desbarató malos entendidos y se unieron para festejar la vida. Cuando el agua bajo, emergió el pueblo.
