Sendero
Bastó un balazo en el cielo del paladar y escurrió de la comisura un hilo de sangre. El cuerpo se acomodó en el sillón del dormitorio. Era media noche.
El ángel de la guarda del occiso se la pasó dando vueltas en la recámara. El cadáver, aún tenía el arma en la mano y la primera mosca revoloteaba.
El ángel maldecía molesto. «con lo que me encabrona hacer reportes a la santa sede»
