Caras vemos… de Rubén García García

Sendero

No hay nadie en casa. Presiento que alguien se esconde, tal vez sea el viento que mueve las cortinas. ¡Nada! No puedo dejar nada que lo haga imaginar que hay en la habitación una respiración diferente de la mía. Es difícil de creer, pero cuándo voy a pensar en un amigo, repiquetea el teléfono, contesto y pregunta: ¿Pensabas en mí? ¿Qué haces? Bastaron seis meses para que sacara las uñas. Me hizo quemar mi directorio, borrar de mi celular el archivo y prolongar mi permiso en el trabajo hasta que me llegó la liquidación. «con lo que gano es suficiente y alcanza para irnos de vacaciones» Él me dio su telefono y dejó que borrara sus contactos, la agenda la quemó y me dijo: estamos iguales. El amor que nos tenemos basta para ser felices en soledad. Cada ocho días vamos al colmado, «con ese vestido tan entallado, te faltaran al respeto. Llévate el vestido azul, es amplio y fresco» Vivimos en una casa que fue de sus abuelos, Tiene un patio extenso, jardines en floración y árboles frutales. Una casa de dos pisos y un sótano que sirve de cava. Ayer me di cuenta que cerca de la cava hay una media puerta camuflada. Pude abrirla y encontré una escalerilla que lleva a una pieza, que parece un bunker. Regresé días después. Encontré papeles dispersos y escrita la palabra Auxilio. Poco sabía de él, lo nuestro fue amor a primera vista y en un tris nos casamos, No hicimos fiesta, sino que tomamos un crucero y después de dos meses regresamos a esta mansión.

Ahora entiendo, soy su próxima víctima. ¡Claro! El no sabe, lo que sé. También ignora de lo que soy capaz.

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