Sendero
Su delicadeza me ganó y durante meses fui su amante. Mi esposo en la construcción de su novela interminable, nunca se dio por enterado. Me confundía y, mi estado de ánimo iba de un extremo a otro. Me decidí a dejarle pequeñas pistas, hasta que una de esas veces que teníamos intimidad en vez de gritar ¡Oh dios Roberto!, dije Antonio. En la sobre cama me dijo con una calma de franciscano: «¿Quién es ese Antonio?».
Con Antonio las cosas fueron más sencillas, «mi esposo sabe de nuestra relación». —le dije— Con el tiempo, ambos me preguntaron lo mismo y por más que evadía ese tipo de cuestiones íntimas, poco a poco supieron de mis preferencias y de las suyas.
Un día, mi esposo me dijo que lo invitara. La cena y los vinos fueron una delicia.
«¿De quién fue la idea del menú?, está excelente. «la idea del menú y de los vinos fue de Roberto». La platica siguió por dos horas y aunque se habló de todo, no hubo discrepancias, llegó el momento de despedirse, y estando en la calle, dice Antonio «la otra cena la invito yo».
Ayer llamó, yo estaba con deseos de él. Pero no escuché esa palabra que te enciende «¿a dónde vamos a comer chiquita?»” En la plática estuvo un tanto evasivo, al final se decidió y me dijo: «Pásame a Roberto».
