Sendero
vi es tristeza. Por más que la procuran su salud es precaria. Su abuelo para distraerla la llevó a la feria. Sorpresa. Ella abrazó a un Santa Claus y le ha sonreído y él con ella. Ivi es su único familiar y verla jugar es un maravilloso regalo. Dueño de una cadena de casas comerciales, le ofreció el oro y la plata «Sí desea más dígame. Es mi alegría que haga sonreir a mi nieta», la niña le dijo al oído: «no se lo has pedido por favor»
El Santa Claus de la feria le dijo que aceptaba siempre y cuando el abuelo estuviera presente. Y si hubiese un cambio, le diría el costo. Un mes después… la niña juega, come, y escribe cuentos para evadirse de la melancolía.
Después le dijo:
«Me debe la mitad de las ganancias que haya tenido en el año» y le dio su número de cuenta y se fue.
El abuelo no cumplió el compromiso. Un día, la niña desapareció sin dejar rastro. El magnate movilizó a la policía de todo el mundo. La foto de la niña se reprodujo en periódicos, televisoras e internet. Nadie sabía de ella. Nadie le dio informes sobre el paradero del Santa Claus de la feria. La soñaba todas las noche con harapos y pidiendo limosna y la voz de ella en su oído: « ayuda abuelo, ayuda» La policía le informó que el número de cuenta no estaba registrado en ningún banco. Esa noche la soñó jugando en un callejón y dentro de una vecindad. Y se despertó con la sonrisa de ella.
Esos días previos a la festividad estuvo ocupado comprando cientos de platillos, miles de juguetes, abrigos, frazadas y girando invitaciones a los niños. Su mansión que por años era una fortaleza abrió las puertas e invitó a cenar a los niños y que se llevaran los juguetes y ropa que desearan.
Esa noche no la soñó. Solo escuchó su voz tan diáfana, tan clara que hizo que se despertara. Y sí, era la voz de Ivi que le decía: «te quiero mucho abuelito»
