Conchita de Rubén García García

Sendero

Sonó el timbre. Al ir rumbo a la puerta me detuve. ¿Y si fuese la mamá de Conchita? Ya rumbo a mi casa. Afuera de la escuela primaria vi que varias niñas jaloneaban de los cabellos a una más pequeña. Era mi vecina y la defendí. Ahora, cada vez que me ve, toma impulso y se cuelga de mí. Le dije que no fuese tan efusiva. Sucedió frente a su casa. Creí ver a su mamá observándonos tras la ventana.

Abrí la puerta, era Conchita que me traía un recado de su mamá, me invitaba a comer. Al ir hacia su casa pasaron por mi mente desde un «gracias ya Conchi me contó» hasta la advertencia de no acercarme a la niña.

Al entrar, fue la niña quien me recibió con el estilo de aventarse y sujetarse a mi cuello. «Es mi héroe». le dice a su mamá. La evité lo más que pude y si permitía su elocuencia la tomaba por sus axilas y la levantaba. Con el tiempo se hizo moderada y solo me abrazaba efusivamente y sentía su beso en la mejilla…

Terminé mi carrera de contador y abrí mi despacho. Para mi fortuna con mucho trabajo.

Mi secretaria me comunicó que una una señorita deseaba verme. En mi libreta no tenía agendada ninguna cita.

Era conchita que, al verme y fiel a su estilo infantil, corrió hacía mí, abrió sus piernas, me abrazó por el cuello y me dio un efusivo beso a la mejilla, no aflojó sus piernas, y su boca me dijo al oído. Sabes, ya soy mayor de edad…

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