La novia de Rubén García García

Sendero

La novia de Rubén García García

—¡Ya no aguanto! No puedo ser estudiante, cuidar a mi hermano, y hacer las tareas de la casa. Y luego…mi papá … ya no aguanto.

Iba a decirle que tuviese paciencia cuando entró la enfermera.

—Se terminó la visita.

A la salida me topé con su padre. Serio. Me miró inflando los cachetes.

—¿Le dijo algo?

— Qué tendría que decirme.

— ¿le contó por qué tomó tantas pastillas?

No le contesté. Se dio cuenta que no le contestaría, si supiese.

Le tembló el bigote y volvió.

—Solo quise saber el porqué. El trabajo me exige estar las veinticuatro horas en servicio. La dejo sola en el departamento y le doy más responsabilidades de las que puede soportar. Como padre tengo la obligación de saberlo todo. Entienda…

—No sé porque habrá tomado esa decisión.

—Yo también fui joven. Soy amigo de usted, puede tenerme confianza.

—No entiendo. le dije. «como putas madres no iba entender, este cerdo me estaba diciendo que si ella no estaba embarazada».

—Creo que si me entiende. Confió que no sea así. —¿tiene algún teléfono donde llamarle?

—No.

Llegué a la capital por la madrugada y por la mañana estaba en la clase de anatomía. En la noche me entretuve dando de golpes a la cabecera de la cama para que el compañero de cuarto dejara de roncar. No recuerdo a que horas concilié el sueño.

Después ya no hubo cartas.

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