Sendero
Brotó en días de lluvia. La penuria de sol, la tierra escasa y la hierba aledaña, lo destinaron a ser enano. Creció con dobleces, por su necesidad de encontrar un poco de sol. Se quedó sin hojas. Pudo al fin cuajar una papaya petisa y pálida. Con respeto la acaricié. Sabía que su fruto tenía una carne maltratada e insípida. En su vientre encontré cinco semillas, donde estaba escrito el código de su fortaleza y perseverancia.
Al día siguiente me despedí de mi madre y fui a buscar el sol.

Llegó a un diciembre campesino, le acariciaron, se deleitaron. Le agradecieron. Con su papaína hicieron remedios para el estómago del niño.
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Y los ricos la usaron como ablandador de carne. Gracias por comentar. Un abrazo.
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