Las gentes de Cox de Rubén García García

Sendero

Las gentes de Cox tienen en sus patios plantas de café, hojas que parecen boleadas con aceite. Echando las tripas llegas a lo alto y quedas en éxtasis, ¡qué espectáculo cuando los cafetales florean!, el color blanco es tan tupido, que bien puede decirse que nieva en el trópico. Los niños ven crecer el fruto, y dia con día el milagro se hace: el rojo se apodera milimétricamente de la piel de la cereza y en el rojo sangre, la engullen, es una gota de miel. Las abuelas dejan que el fruto se seque en la mata. La cosechan con su dulce y con morteros pequeños quitan sus ropas hasta que la carne de la semilla aparece y está lista para tostarse en los comales de barro bajo el amparo de su paciencia, se dispersa el aroma, y ambos, vainilla y café revolotean como niños traviesos entre piedras y paredes, juegan y juegan y cuando se van, dejan testimonio de su perfume en la memoria.

Traje conmigo tres matas de café y me queda una que se encuentra en espera de la navidad con sus frutos enrojecidos del cual diario consumo. El tiempo no ha pasado porque el sabor es el mismo. Al extremo crece una mata de vainilla y desde lo alto me saluda con sus manos verdes y carnudas.

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