Volver al paraíso de Rubén García García

Sendero

Abrí la cortina, y hubo luz y brisa. La cortina se movía al parejo del rechinido de la cama. Por tu aroma de manzana sabía que estábamos en el paraíso. Sí, también la mirada furiosa de Dios que volvió a expulsarnos.

Me desperté solo, con un dolor intenso en mis costillas. Todavía escuché la voz de la enfermera que gritaba: «¡Traigan el desfibrilador!».

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