Sendero
Por la mañana, si mamá hablaba sola, había que levantarse. Su voz era una exigencia. De pie para ir por agua al pozo, asearle y darle de comer al chancho y barrer el patio. Se oía el barullo de los cotorros, era un griterío espantoso. Desesperada les tiraba piedras para que se fuesen. Era enérgica la voz de mi madre y hoy solo la escucho en mis recuerdos. La entiendo en su carencia y soledad. Qué no daría por traerla y ¿dónde se fue el escándalo de los cotorros? ¿O acaso los has visto pasar en este cielo sin nubes? me pregunta mi madre.
