sendero
Me estremecí con tu olor de varón, tu piel cuchicheándome al oído. La tela plegada a mi pezón me encendía en un placer doloroso. No pude más y me quité la braga. Desde mi lugar veía solo dos mesas una en la que jugaban ajedrez y en la otra un tipo que escribía. Un saxofón. Mi vestido amplio, oscuro y la poca luz ocultaron lo que hacía. Cuando me atreví el mesero hizo una seña, como interrogando si deseaba algo y con un ademán le di a entender que no. Sentirme sobre ti y con mis dedos felinos al centro. ¡Nadie puede evitarlo! Muerdo la servilleta para no gemir… Es culpa, miedo y algo más que no defino. ¡Me insulto! Tal vez sólo trato de defenderme de lo que creía imposible hacer, tal vez sólo limpio o ensucio mi conciencia, Me maldigo porque quizá un día no me importen los veinte años de matrimonio ¡qué se vayan al desagüe! Temblorosa salí del bar con el libro bajo el brazo.
