Sendero
Ella sospechaba que él tenía ya otra mujer. De un tiempo acá llegaba después de la media noche.
. —Cuando me acosté estabas bien quieta y no te quise despertar.
—¿Te fuiste con tus amigos?
—Ha aumentado el trabajo, pero a la salida nos tomamos una cerveza.
Juana vivía en una vecindad. Por la tarde sacaba la silla y su canasta de tejido fuera del cuartucho y continuaba con la filigrana de colores que iban decorando la tela. Sus ojos en el manto y sus oídos en el taconeo. Cuando reconocía el andar de su esposo empezaba a calentar su cena. Desde hace meses lo oía trastear en la cocina, desvestirse y roncar.
Hace cinco años se juntó con él. —Estabas joven, con cara de niña. Sí, pero harta. Como yo fui la mayor hacia todo y mi madre solo sabía hacer hijos con los hombres que se juntaba. Dos años después la dejaban. No me incomodaban mis hermanos, ellos no tenían culpa, para ellos yo era su mamá. Tampoco juzgo a mi mamá, simplemente me harté y me salí de la casa y me fui con él.
En cinco años nunca se le detuvo la regla. «mujer es la que puede tener hijos y por más que le rogué a la virgencita nunca quedé panzona. Vendí mis bordados y fui a ver al médico de la iglesia que me dio la dirección de una especialista. Me gasté hasta lo que no tenía y la doctora dijo que había que hacerle estudios a él. Pero como va a creer que yo le iba a decir eso a Alfonso. Es como decirle que no sirve».
Amaneció enojada con ella. Aseó la vivienda, lavó la ropa, guisó. Si su marido llegaba temprano, solo calentaría la comida. Después de bañarse, maquillarse, y vestirse con su mejor atuendo salió hacia la calle de luces y cumbia. «si soy yo, ¡malhaya!, si es diosito que no quiere, pues que se le hace». Se le acercó un jovencito. Ella dudó, ¿Tenías miedo? y como chingaos no tenerlo. Miedo a que te destripen, miedo a todo. Escuché la voz de él, como si hubiese salido del cascarón. “No sea malita, yo también tengo miedo” y eso me desarmó y me dio valor.
Esa noche lo esperó y lo incitó a tener sexo. Un día no llegó la comadre y la panza se le hizo globosa. El esposo volvió a ser el mismo, amable y protector de la familia. Cuando el niño cumplió el año, el esposo con cariño, le dijo al oído: ¿Cuándo me darás la niña para tener la parejita?
