sendero
«Me gustan las manos ásperas, callosas por el golpe diario del quehacer. Ese contraste entre la rugosidad de la palma y la tersura de mis caderas. Estoy exhausta, satisfecha de intimar varias veces con un hombre al que le dejé una porción generosa de dinero. Un servicio esmerado debe de ser retribuido. Mañana vendrá el niñato de piel delicada, es insoportable. Hay que fingir que lo escucho, que me hace gritar…
