Sendero
En una clínica clandestina, donde la discreción era norma, el cirujano retiraba los restos fetales del interior. Con el dinero del trabajito obsequiaría a su amante una noche de fiesta. Justo cuando terminaba, identificó el lunar verrugoso del que salían hirsutos vellos, aquél en el que tantas veces depositó la humedad de sus labios.

Estoy metidísima en este tema… leyendo los principes de Maine, Reyes de v Inglaterra!! Nunca había leído tanto sobre abortos y nacimienos indeseados…
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Gracias por leerme. En la mini es una ironía, quizá castigo, haber matado a su propio hijo. Basta entrar a unos conventos de la edad media para encontrarse con restos y más restos.
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Era muy habitual… y sin médicos ni hospitales… los bebés aparecían incluso por los caminos al ser desenterrados por los perros. Y bueno… puede que ni siquiera fuera su hijo! 😉
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