Sendero
Me quedé quieto, en silencio. Ayer caminaba sin preocupaciones. Por la noche me despertó el llanto de mi vecina. Alfredo, su esposo, había muerto. Una semana antes, el velador del vecindario fue cruelmente asesinado. Mi esposa que parece que nunca duerme, me platicó que los perros no han parado de aullar; el colmo fue cuando lo hicieron en pleno día.
Ya se llevan el féretro, mi mujer estaba a punto de integrarse al cortejo, la detuve. «Te quedas en casa, ya habrá oportunidad de darles el pésame». Se han ido y quedó en el aire un aroma de flores deshojadas.
Tomando café en la cocina, vi pasar a mi hija. Llegó mi esposa, me dijo: «no sé cuál es tu ansiedad, al final tú y yo tenemos un año…», «¿un año de qué?» —le pregunté ansioso. «qué ya no te acuerdas que venías manejando y caímos al abismo del diablo. A ti el golpe no tan solo te quitó la vida, también te jodió la memoria.
