Sendero
Las iguanas abultaban a los tallos de las ramas. Algunas se confundían con los frutos de la guanábana. Esa noche tanto frío se sintió que por la mañana el pasto crujía al caminar sobre él. Iba con mi padre, y al paso encontramos a las iguanas tiradas en el suelo, “¿están muertas pa?” No hijo, “solo dormidas”.
Cuando el sol salió, corrieron a los arboles a posar como estatuas.
El pueblo habló, y a ese día en junta de cabildo, se le conoció como el día que llovieron iguanas.
