Sendero
Le había dado todo la vida, menos suerte con las mujeres. Siempre oyendo la radio, porque las féminas habían rehusado el «aventón» en su auto. Adquirió una muñeca igual a una adolescente rubia y la hizo su copiloto. Se dejaba ver por el centro, plazas de conveniencia, clubs de boliche. La muñeca acomodada de tal modo, que parecía una novia amorosa. Hizo lo mismo con otra muñeca, ahora morena con el pelo alborotado. Esta mucho mas atrevida, tanto que parecía ir besando su cuello.
Fue la comidilla de los círculos femeniles y más de alguna de ellas movía la cabeza, reprochándose. Otra se hizo la aparecida y le sugirió ir a cenar. Recibió invitaciones y decía que sí, pero después se excusaba por no asistir. «seguramente tu novia no te deja» y él sonreía socarrón. Tomaron como cierto el rumor de que se había casado y ahora las insinuaciones se hicieron atrevidas. En el circulo femenil se decía que un hombre con experiencia era mejor que cualquier mozalbete.
Amaba a sus muñecas, siempre fieles y calladas; tampoco eran celosas.
