Tomado del Fb (maestro Gonzalo Marquina)
«La libertad que Santōka consiguió le llevó entre otras cosas a expresarse con un haiku sin metro que no puede ser imitado sin más. Es importante que comprendamos que el haiku de Santōka es el final de un proceso. Del proceso de su propia evolución personal y de la evolución de siglos de una estrofa que tenía que cambiar para permanecer idéntica a sí misma. Es una banalidad, una pose, un snobismo cultural pretender la ausencia de metro del haiku de Santōka sin comprender las claves internas que permiten a los japoneses reconocer en su obra el universo del haiku. Santōka es uno de los exponentes finales de un proceso histórico por ir ‘esencializando’ el haiku, como el que fuera prescindiendo de las mimbres de una canasta por hacerla más ligera sin hacerle perder su función (…) Aún hoy en día, la inmensa mayoría de haikus que se producen en Japón tienen el metro 5-7-5. ¿Cuándo y bajo qué condiciones de conocimiento del haiku se le permite a un poeta prescindir del metro? La contestación tiene que ver con la autorrealización dentro de nuestros límites. Los límites que nos limitan nos posibilitan. Somos posibles gracias a nuestros límites (…) La continuidad del género del haiku fuera de las fronteras de Japón depende de dos cosas: 1) Que lleguemos a calar en la tradición japonesa de la que brotó el haiku, y 2) Que seamos capaces de las transformaciones en nosotros que nos llevarán a una libertad que no será imitación de modos ni de palabras de nadie, sino de lo que nazca a partir de nosotros cuando decidamos dejar de ser pétreos, cuando decidamos ser parte de un mundo que no cesa de transformarse. Solo entonces, es posible que nuestro haiku sin dejar de ser un ‘auténtico haiku’ pueda tender a librarse de todo encorsetamiento, pero porque entonces habrá una vida que lo respalde y habrá una libertad lograda que lo avale. El haiku de Santōka fue avalado por la vida de Santōka».
–Del libro «Saborear el agua» de Vicente Haya & Hiroko Tsuji (2004).
