Sendero
Al abrir la puerta percibió un olor a sangre. Se acercó al obeso cadáver y lo identificó por el arete. la estridente carcajada dispersó a las moscas.
—¡Hasta que te vi muerto cabrón hijo de puta!
Escucho la ingravidez de un suspiro y luego, un dolor punzante. Antes de sumirse en el vacío, la voz odiosa de su enemigo:
—¡Hoy se te quitará lo pendejo!
Y le dio la razón al gordo, que salió con el “Camaleón” que con un trapo limpiaba la sangre de su piel y le devolvía el arete.
