Un día en la vida de Elia

Sendero

lleva la pelota de ropa ajena que ha lavado en el río. No tarda la noche y sabe que hay que rebuscar en la cocina algunas tortillas que untadas con frijol y chile servirá para calmarle el hambre a su marido. Hay un huevito que reparte entre sus dos hijos, ella con un café negro con galletas se conforma. Tiene que ordenar la ropa, planchar el uniforme de los niños, limpiar los zapatos y calcetas que remendar. Antes de acostarse va a verlos, y los besa. Trastea, hace tiempo en la cocina, y confía que el compañero esté en el sueño. Solo desea dormir, y dormir como si nunca hubiese dormido.

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