No pude ayudarte hermano de Rubén García García

Sendero

—¡Cierre la puerta, sargento! —habló fuerte el jefe de la policía. Levantó los ojos y vio a una mujer joven, bien formada y de pechos contestones. Su actitud agría cambió a una sonrisa y dijo sin pudor. «Ya era tiempo que cayera por estos lugares una cosa tan hermosa».

—Vengo a declarar acerca del caso de mi hermano, que lo acusan de robo.

—Ya es muy tarde, se dio la orden de que lo ingresaran a la prisión de Santa Marta.

—Pero él no fue, —Eso dicen siempre.

—Él no fue porque a esa hora que refiere el expediente, se encontraba conmigo.

—Ya es tarde.

Tomó la regla del escritorio y la deslizó por uno sus pechos.

—Depende de usted, para que intervenga y solicite que retrase el traslado.

Ella hizo a un lado el coraje y se fue desnudando y le dijo:

—Necesita excitarme, para que coopere.

El jefe de la policía no se lo esperaba, saltó de la silla con tanta ansiedad que desgarró la blusa de la mujer. Y como becerro empezó a chuparle los pechos.

Ella gritó pidiendo auxilio. Para los diarios fue un festín.

«No pude ayudarte hermano, pero sí le di un buen madrazo a ese hijo de puta».

Atrás del escritorio ondeaba el lábaro nacional y las fotos del gobernador y el presidente.

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