Sendero
Dolor de Rubén García García
Miraba su lunar sin que ella se percatara. Admiré su pelo lacio. ¡Qué feliz estoy, decía! Y su mano se entrelazaba con la mía. No advertía que después de su sonrisa, plegaba leve el entrecejo.
Movía por reflejo el mechón de su pelo. Las últimas veces al despedirnos, notaba su apremio por darme las buenas noches.
Comprendí que no era el varón que deseaba. Y en señal de despedida rozaba mi mejilla con sus labios.
Hoy la vi fugazmente. Por delante caminaba el marido y ella atrás lidiando con dos hijos. Esperaban el urbano.
La amé y lo que vi duele. Me vio, y fingió no verme.
