Sendero
Luego vengo, dijo. Toma su gabardina, besa tu mejilla y sale. Es la madrugada y no ha vuelto. Antes de que se fuese lo abrazó y su boca resbaló sobre el cuello. Los senos se abultaron cuando los empujó sobre su pecho.” es una reunión de caballeros”.“ ¡Bah!, los caballeros ingleses no pueden llegar media hora tarde” Te veo salir del baño. La bata semiabierta y una toalla sobre tu pelo. La seda le va bien a tu cuerpo, vientre breve y sensuales caderas. Frente al espejo cepillas tu pelo, diviso tu piel y un rosa canela que circunda tu pezón. El perfume de sándalo se dispersa en el cuarto. Te tiendes sobre la cama, y esperando al compañero el sueño ha cazado tu conciencia y duermes. Tus ojos de color carbón se han cerrado, solo queda a la intemperie la uva de tu seno. No entiendo la indiferencia de tu varón. ¡Cómo no entregarse a tus colinas llegando a las playas de tu vientre y mezclar el aliento con tu garúa íntima! Salgo del escondite y estoy a tu lado. Por más que intento sacudirte con mi ánimo, no despiertas. Me voy a mi guarida a rumiar mi desorden, que por supuesto, ya no es de este lugar, aún recuerdo las veces que espiaba a las parejas en su procesión de quejidos. Hermosa mujer, yo también me he decepcionado de tu esposo y me he quedado con el deseo de perturbar lo que resta de mis sentidos.
