sendero
El sillón cruje cada vez que te meces. Los recuerdos te asaltan. Y la náusea, la corrupción, lo servil. se abren paso. “Trabajas” porque sientes que tu labor de líder es esencial. Tienes miedo a que tu orden sea menospreciada. Nada es para siempre, dices, pero deseas alargar el tiempo hasta el fin. Te levantas enérgico y repites que mañana serás otro hombre. Balanceas con coraje y la poltrona se rompe. Tu cuerpo inmenso queda atorado. ¡Uf, mira como el machete del jardinero te ha traspasado! ayer lo despediste porque cortó la enredadera que en su floración era tu remanso. A un lado de tu mano está la lima que tú le diste para que le diera filo. Sí, que hizo buen trabajo. Qué cosas, ordenaste que deseabas estar solo… y tu palabra se cumple. Mariquita, tu esposa, está en la iglesia. Cada vez más lejano se oye el berraco gemir.
