Sendero
…en la cantina había una mesera rodeada siempre de clientes. Estaba sola y la Invité. Tenía sed, rápido se tomó dos. Me acerqué, no protestó. A veces llegaba un cliente, en cuanto se desocupaba venía a mi lado. Sin presionar ella ponía su palma en mi muslo. Osado hice lo mismo y me sorprendí al sentirle un músculo tieso; en ese momento pagué la cuenta y salí.
Los cuatro maestros se reían. Un silencio que dio paso a una pregunta: ¿le creen a este cabrón?
—Besotes que le ha de haber dado
—Bien apañada, metiendo mano.
—Hasta imagino que la lengua de ella se colaba por la ventana que tienes en la boca.
Otro de ellos, sacó la lengua y la dobló en forma de taco. Reían hasta ahogarse.
Era de tez blanca, en ese instante, parecía tener rubeola y pretextando un compromiso, se fue, llevándose a su mujer que le preguntaba ¿y de qué se reían tanto?