sendero
Osada, desafiante. Veloz para esconder el diálogo que manteníamos si llegaba un intruso. Viajé por su ciudad, me mostró su casa, “por si vienes, te diré cómo entrar”. Rincones que ella conocía. Allí, si llegara alguien, te escondo y sonreía. “chist parece el carro de mi jefe no te muevas”. Hoy la recordé. Las pláticas de media noche quedaron mochas, luego enterradas. Nunca más supe de ella. Su muro se pintó con una cruz verde. El suicidio en las redes es menos complicado que en la realidad. -me dije. O su alter ego, quizá platique con más osadía con otro. Aún tengo la oveja que me hizo llegar, blonda y pachona y ella no sé si guarde el perro ovejero.
