Sendero
En el velatorio de mi esposa, ella salió del ataúd con la facilidad de un cadáver joven. Fue tan natural que los dolientes se quedaron mudos. Ella dio dos vueltas observando al féretro, lo golpeó con la mano cerrada y levantó el dedo pulgar en señal de aprobación. Golpeó el fondo acolchado y se introdujo. Paneó la mirada y antes de cerrarlo, pude vislumbrar una sonrisa como gesto de satisfacción. Era la primera vez que nos poníamos de acuerdo…
