Sendero
Amábamos a Lía. Ella nos contaba cuentos y nos hacía reír. Las horas pasaban sin sentir. Nuestros hijos volaban a paraísos y tierras de misterio. Para que ella pudiese continuar cautivando la imaginación de nuestros hijos, las presas más bellas, dejaban sus senos a la mirada del jefe de los custodios y otras descruzaban sus piernas, así, los soldados permitían que ella se extendiese. Lía era un viento fresco… en aquella cárcel donde habían nacido nuestros hijos. Hijos de nadie y de todos.

Brutal!
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Gracias amigo Bonsai, satisfecho de tu comentario, te dejo un abrazo.
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